EL PODER DEL AMOR 

FRATERNIDAD ROSACRUZ DE MÉXICO 

CENTRO DE ESTUDIOS DE LA SABIDURIA OCCIDENTAL MEXICO

EL PODER DEL AMOR

El amor alojado en el corazón de todos los sistemas religiosos, a despecho de lo diferente que puedan parecer, es la piedra de toque de toda la creación. 

La forma en que cada ser participante del proceso evolutivo responda y eventualmente sea capaz de transmitir amor, determinará su nivel y su ritmo de ascenso en la escala del progreso.

“El amor nace eternamente del Padre, día a día, hora por hora, fluyendo sin fin en el universo solar para redimirnos del mundo material que nos entrampa en su garra mortal. 

Onda por onda es impelido desde el Sol hacia todos los planetas, brindando una rítmica urgencia a las criaturas sobre su faz”. (Recolecciones de un Místico, página 216)

Así es la naturaleza del Amor Cósmico que conmueve el alma, que eventualmente, nosotros mimos podremos irradiar desde nuestro interior. 

La humanidad en la Tierra está plenamente consciente de este amor -la más sublime de todas las emociones- cuando lo recibimos a través del Cristo recién nacido en cada Navidad. 

El nacimiento místico del Cristo, pleno de renovada vida y amor del Padre, nos es brindado para preservarnos del hambre físico y espiritual, que sin duda sobrevendría a no ser por este acto de amor que se repite cada año.

Actualmente, la humanidad está familiarizada con tres formas de lo que considera “amor”.

Primero está el nivel marciano de la pasión, la que en verdad es más bien lujuria que amor y no tiene nada que ver con lo espiritual. 

Segundo, hay un amor venusiano, al cual la mayoría de nosotros respondemos. Este amor es básicamente egoísta, separatista y excluyente. 

Finalmente, y más allá aún del alcance o de la comprensión siquiera de muchos de esta oleada de vida, está el altruismo de Urano que lo abarca todo. 

Este es el amor que Cristo vino a enseñarnos, y ésa es la nota clave de Su Reino.

Amar a nuestro prójimo, es nuestra orden suprema que supera a todas las leyes que rigieron antes. Cristo Jesús dejó bien claro que los Espíritus de Raza ya sirvieron su propósito y por lo tanto éstos y todas las Leyes debían someterse al Amor; la Ley es separatista y patrocina el pecado y el temor. 

El hombre llegó ya al punto de la evolución en el cual debe aprender a hacer el bien por el bien y no tan sólo porque teme las consecuencias de hacer el mal. 

El amor perfecto desecha el temor se nos dice, y cuando aprendamos a irradiar el amor perfecto a partir de nuestro interior, haremos el bien automáticamente tanto para nuestro prójimo como para nosotros mismos.

El amor es la fuerza creadora que emana con el propósito de crear otro ser. 

Los Ángeles emiten su amor total sin deseo o egoísmo, y a cambio fluye en ellos la Sabiduría Cósmica. 

El hombre emite solamente parte de su amor y el restante se lo guarda para sí con el objeto de emplearlo en la construcción de sus órganos internos de expresión y para mejorarse. 

Es así que el amor en la oleada de vida humana es egoísta y sensual; con una parte de su poder anímico creador, el hombre ama egoístamente a otra persona porque necesita cooperación para propagarse. 

Con la otra parte piensa, pero también por razones egoístas, pues su impulso es el deseo de conocimiento. 

Es nuestra responsabilidad el purificarnos del pecado de egoísmo.

Solamente cuando lo hagamos así, comprenderemos y seremos capaces de expresar el amor altruista y espiritual.

La vida es nuestra posesión más valiosa y se nos dice que “Mayor amor no tuvo jamás el hombre que éste que brinda su vida en aras de la amistad”. 

En la medida que cultivemos el inegoísmo, aprendemos a la par a rendir nuestras vidas, en forma figurada, para sacrificar nuestro yo personal en beneficio de nuestro prójimo. 

Así llegaremos a alcanzar el Amor de Cristo.

Actualmente el hombre está bajo el control de la razón, la que a menudo abraza la causa de nuestra naturaleza de deseos. Este control debe ser sucedido por la causa del amor, que en la actualidad actúa independientemente y aún en contra de los dictados de la razón. 

En la Sexta Época, el amor de la Nueva Galilea se tornará inegoísta, y la razón que para entonces habrá logrado concretar la Fraternidad universal, aprobará sus dictados. 

Entonces cada uno trabajará por el bien de todos y las búsquedas personales habrán desaparecido para siempre.

Así pues, el aspirante que busca acelerar su evolución deberá aprender desde ya a desear solamente ese amor “que es el del alma y que abraza a todos los seres, a los encumbrados y a los de abajo, aumentando según la proporción de las necesidades del que recibe” (cosmos)

Previamente las Enseñanzas superiores nos requerían amar a nuestros parientes más próximos, y esta admonición permanece vigente, solamente que las nuevas Enseñanzas, nos llevan a expandir ese amor hacia todos los seres humanos. 

Demasiado a menudo el amor y la pasión se confunden en la mente humana. 

El Amor sin embargo, tiene poco que ver con la pasión, tal como se explica en la ópera “Parsifal”. 

Parsifal le dice a Kundry, quien representa el cuerpo físico: “La eternidad quedaría perdida para los dos si yo cediera, aunque fuese tan sólo por una hora breve a tus requerimientos, pero yo te salvaré a ti también y te arrancaré del curso de la pasión, pues el amor que arde dentro tuyo es solamente sensual, y entre aquel y el verdadero amor de los corazones puros, yace un abismo como el que separa el cielo del infierno”. (Conferencia de Cristianismo Rosacruz)

También sabemos que los niños concebidos al calor de una pasión sin amor, o durante un acceso de rabia o ebriedad, tendrán vehículos más débiles y lapsos de vida más breves que aquellos niños que fueron concebidos en condiciones de armonía y amor de verdad. 

El cuerpo vital, vehículo del amor, determina la formación y el crecimiento del vehículo físico. 

El amor de verdad es divino y responde a la reunión de dos espíritus libres que se acompañarán. La lujuria y la pasión son diabólicas, y el transgresor será esclavo del pecado. 

Este es el motivo por el cual se nos amonesta a amar según los dictados del Espíritu, más bien que los de la carne.

Debemos pues, aprender a elevar el amor desde el nivel pasional hacia el reino de lo espiritual con el objeto de facilitar la ecualización del hombre y mujer. 

Aunque el predominio masculino ya no es una carga para la sociedad como lo fuera antaño, debemos recordar aún que debido a los renacimientos alternados los opresores de una época serán los oprimidos de la próxima. 

Por lo tanto, la humanidad podrá elevarse solamente si la total equidad de los sexos deja de ser una hipótesis para convertirse en un hecho real.

En la actualidad el corazón es considerado por la ciencia médica como un músculo involuntario. Está dotado de fibras longitudinales comunes en esa clase de músculos. 

Sin embargo aparecieron también fibras transversales que lo cruzan, dejando perplejos a los científicos que no llegan a comprender que significan el eventual control del corazón por parte del Ego. 

A medida que los principios del amor altruista se vayan afianzando, las fibras transversales serán cada vez más numerosas y el Ego podrá ejercer un control paulatinamente más eficaz sobre su corazón. 

Con el tiempo, el Ego desarrollará la capacidad de regular la provisión de sangre al cerebro, alimentando la parte devota a las actividades altruistas y filantrópicas y eliminando la parte dedicada a las búsquedas egoístas. 

Eventualmente la circulación de la sangre quedará bajo el control absoluto del unificador Espíritu de Vida, el Espíritu del Amor; y los centros de pensamiento egoísta se atrofiarán.

Es infinitamente mejor poder sentir y expresar amor que tener capacidad de definirlo. 

Podemos predicar amor y llevar a los demás a amar, pero hasta que no hayamos realmente aprendido el arte del amor altruista, no estaremos más próximos a su realización que lo que estamos ahora. 

Aunque realicemos fielmente nuestros ejercicios espirituales, estos carecerán de resultado a menos que sean acompañados de actor constantes de amor. 

La intensa expresión de amor en la forma de servicio inegoísta hacia la raza y otras oleadas de vida, aumentan la luminosidad fosforescente y la densidad de nuestros éteres vitales superiores. 

Es así como construimos nuestros cuerpos del Alma.

Recién cuando el conocimiento haya sido transmutado en amor, podremos tener sabiduría, expresión del principio Crístico. Recién cuando esa unión se haya realizado es cuando podremos estar seguros que nuestras acciones serán para el bien en general y no tan sólo persiguiendo fines egoístas.

El poder del amor es bien conocido. Nunca podrá estar en conflicto con los propósitos de Dios. 

Puede impulsar a la gente hacia alturas de esfuerzo que jamás hayan soñado capaces. 

Es una fuerza que opera tanto en la expresión de los esfuerzos creadores de la humanidad como en la creación Cósmica. 

Es un agente modificador, cuando cuando expresado lo suficiente, supera al mal en todas sus formas y transmuta el odio en Amor.

En Amoroso Servicio

Centro de Estudios de la Sabiduria Occidental Mexico