XVI
QUÉ ES LA MEMORIA DE LA NATURALEZA O
REGISTROS AKÁSHICOS
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del libro "Los Rosacruces" de Antonio Justel
En estrecha correspondencia existen el Macrocosmos y el Microcosmos, el universo y el hombre. Y si "lo que arriba es abajo y lo de abajo es arriba", este axioma fundamental nos llevará inevitablemente a que, mediante deducción e inducción, podamos resolver todos los misterios con su problemática acerca de las cosas que nos sea dado o no percibir o contemplar.
Así, descartando ya a quienes estén capacitados para poder ver sus propias vidas anteriores, de similar manera a como echando la vista a atrás somos capaces de "contemplar" escenas muy lejanas para nosotros pertenecientes a nuestra presente vida y no sólo respecto del último día, del mismo modo existe guardado en la Naturaleza un recuerdo detallado y exacto de todas sus encarnaciones con todo aquello que ha acontecido a lo largo de ellas, si bien estos registros se gravan en varios mundos o estratos de muy diverso compendio y nitidez.
Puede decirse certeramente que a mayor elevación del mundo, mayor será el compendio y la nitidez de lo allí registrado.
La característica particular de este estrato o estratos a qué mirar, consiste en que el desarrollo de los acontecimientos, a partir de la escena a que dirijamos nuestra atención, tiene lugar hacia atrás,
Así, si quisiésemos ver la muerte de Napoleón y el porqué de la misma por medio del éter reflector, podría tener lugar mientras a través de la concentración mantuviésemos esa escena in mente bajo el esfuerzo de la voluntad y sería percibido, mejor aún, visto, mediante una especie de cinta cinematográfica.
Pero si deseáramos ver seguidamente quién le enterró y dónde, nuestra expectativa resultaría vana, enteramente frustrada, por lo que deberíamos recomenzar de nuevo en un punto posterior para, a continuación, de manera semejante a como ocurre en el hecho purgatorial, seguir retrocediendo hasta alcanzar lo pretendido.
Conviene hacer notar que, en este estadio primero o mirador natural del pasado del mundo, lo conservado – y ello dependiendo siempre de la propia capacidad del ensayante – no suele alcanzar de ordinario mucho más allá de los setecientos u ochocientos años. Esta visión puede ser obtenida mediante una ligera extensión de la normal vista física.
El éter reflector es el encargado de, a través de su vibración, llevar a cabo la acumulación requerida, dándose la paradoja asimismo de que cualquier átomo de éter que interpenetre cualquier cosa, contendrá en sí mismo, y a un tiempo, las imágenes de cuanto lo rodea.
A la vista de alguien que detente visión etérica, un pedacito mínimo de piedra de las Pirámides de Egipto le permitirán ver, como en una fotografía, y en toda su magnitud, los grandiosos monumentos, de igual modo que otro pedacito de pared de cualquier casa o habitación, le permitirán descubrir cuantas escenas hayan tenido lugar en la misma desde el mismo momento de su construcción y aun más atrás.
En todo caso, debemos diferenciar de forma tajante, aun de forma esquemática, las dos formas en que puede contemplarse esta memoria o registro universal: por un lado la del psicómetra, el cual, tomando el "pedacito" del algo citado, y mediante una actitud pasiva, sí logra ver, pero se trata de una segunda vista sin control alguno, viendo en consecuencia tanto lo que desea como lo que no desea ver, puesto que no dispone de poder para controlar a voluntad lo que exclusivamente pudiera interesarle.
La otra forma correspondería al clarividente educado por medios científicos con el añadido de una vida moral apropiada, quien a voluntad y en cualquier tiempo puede ver aquello que a sí mismo se exige, aunque con el importantísimo matiz de que lo hará con finalidad de servicio o ayuda y nunca por mero afán de lucro o curiosidad.
Sin embargo, quien se encuentre preparado para leer la Memoria de la Naturaleza o Registros Akáshicos en la más alta subdivisión del Pensamiento Concreto, región ésta en que se encuentran las fuerzas arquetípicas, hallará que tanto la visión como el modo de percibirla son absolutamente diferentes a lo referido respecto del Éter Reflector.
Se trata de una visión en la que el inicio y el fin no importan en absoluto, pues el vidente tendrá al instante - si de Napoleón se tratase - un compendio exacto y riguroso de su vida así como la esencia o alma mater que la animó.
Más aún, en ningún caso mantendrá la visión como si fuésemos contempladores externos, antes bien, nos daríamos cuenta de que la visión se produce internamente, formando parte de nuestro Yo y sintiendo tal cual si fuésemos el mismo que fue Napoleón Bonaparte. Por tanto, no sólo podremos adquirir su propio conocimiento, sino que además sentiremos cuanto él pudo sentir, logrando así obtener una comprensión álgida de su vida y propósito, mucho más que si hubiéramos tratado de conseguirlo a través de los libros o de cualquier otro medio.
En consecuencia, la visión de que estamos tratando proporciona una asunción tan grande y recóndita del hecho o personaje requerido, que probablemente en este caso ni el propio Napoleón hubiese sospechado acerca de pensamientos y sentimientos que el presunto lector puede descubrir, vivir en sí mismo ahora y comprender.
Pero, si tras dar esta descripción somera, alguien creyese que podría narrar exhaustivamente cuanto le fuera dado ver, se equivocaría por completo, pues una vez que se regresa a la conciencia normal el pasmo puede resulta asombroso, pues si es verdad que allí acababa de ver un eterno aquí y ahora, es decir, acabaría de contemplar un presente sin tiempo y sin espacio, sin principio ni fin, no es menos cierto que la ordenación de ideas, de actos y sentimientos resulta de imposible logro para ser todo ello expresado por el cerebro y plasmado debidamente en el mundo ordinario.
No existe medio humano de poder trasmitir una realidad tan excelsa, no hay palabras, no hay idioma, no hay posibilidad, solamente se "vive" entera y perfectamente la visión.
Eso es todo. Reseñado lo anterior, aún queda otro lugar o registro más alto, más elevado para entrar en la Memoria de la Naturaleza.
Es el que se encuentra este en el Mundo del Espíritu de Vida, el cual, de acuerdo con las informaciones recibidas de los Hermanos Mayores de la Orden Rosacruz, contiene un compendio íntegro de nuestro mundo desde el mismo inicio de su manifestación.
Únicamente ellos, los HH.MM., y los Adeptos graduados, están capacitados para utilizar registro tan sublime y grandioso.
Como última anotación, no podemos de hacer mención de la poderosísima herramienta de que el hombre dispone – si bien muy pocos de forma adecuada – para indagar acerca de cuestiones ya históricas, ya geológicas, de flora, de fauna, etc., etc., pues mucho mejor que las aproximaciones mediante los correspondientes, pertinaces y eficaces estudios, ha de ser el contacto exacto por medio de su contemplación - con aquello que se encuentre sometido a la correspondiente investigación directa.