Por qué los hombres comen más que las mujeres
Por Max Heindel (Julio 1915, Rays)
Las investigaciones sobre la cantidad de comida que suelen consumir hombres y mujeres han demostrado que los hombres comen más que las mujeres. Intentos por regular esta diferencia, bajo la suposición de que era un deseo anormal de comida por parte de los hombres, han mostrado que, en general, los hombres realmente requieren más alimento que las mujeres.
Los científicos han intentado encontrar la razón, pero hasta ahora no han tenido éxito y solo pueden registrar el hecho.
Debe reconocerse que son muy ingeniosos y meticulosos en sus esfuerzos por llegar a la verdad desde su punto de vista, con los medios a su alcance.
En la investigación en cuestión, se cuidaron de excluir a todos los atletas y de seleccionar hombres y mujeres de aproximadamente la misma altura y peso, de modo que la superficie corporal también fuera presumiblemente la misma. Sus sujetos estaban en buen estado de salud y, en todos los aspectos, los casos parecían ser uniformes entre sí.
Se observó que las mujeres generaban 1355 unidades de calor en veinticuatro horas, frente a 1638 unidades producidas por los hombres, o aproximadamente un dos por ciento más por libra de peso corporal para estos últimos.
Los hombres producían alrededor de un doce por ciento más de calor que las mujeres, y aunque los investigadores no están preparados para hacer afirmaciones muy decisivas sobre los resultados, parece ser su opinión que la diferencia en el consumo de alimentos puede deberse al hecho de que los hombres son más activos, tienen tejidos corporales más activos y están más libres de grasa.
Este es solo otro caso en el que los científicos están condenados al fracaso, porque consideran únicamente el cuerpo denso que pueden ver, tocar y medir. Sin embargo, el ser humano no es enfáticamente este cuerpo, sino que este cuerpo es solo su vestidura.
Además, es su vehículo más denso e inerte.
Si no estuviera interpenetrado por el cuerpo vital, compuesto por los cuatro éteres, sería tan inerte como una piedra.
De hecho, notamos la diferencia entre peso muerto y peso vivo: es mucho más fácil cargar una persona viva que un objeto muerto del mismo peso, porque el primero posee un cuerpo vital compuesto de éter.
Los científicos están en lo cierto cuando hablan de la inercia de los tejidos grasos, pero no hay base para afirmar que las mujeres estén más sujetas a este impedimento que los hombres.
La explicación de la diferencia en el consumo de alimentos radica en el hecho de que la mujer tiene un cuerpo físico negativo y un cuerpo vital positivo, por lo tanto, asimila mejor su comida que el hombre, requiriendo menos cantidad.
Mientras que el hombre, con un cuerpo físico positivo y un cuerpo vital negativo, no puede asimilar tan bien como la mujer.
Además, las unidades de calor que él absorbe con mayor cantidad de comida son rápidamente irradiadas, mientras que la mujer las retiene por más tiempo.
Por eso el hombre genera un doce por ciento más de calor por día: lo desperdicia, mientras que la mujer lo utiliza eficientemente y puede vivir con menos comida.
En La Cosmo-Concepción Rosacruz, donde tratamos este y otros puntos relacionados con la nutrición, hemos dado varios ejemplos mostrando la diferencia entre el cuerpo vital positivo y negativo en ambos sexos.
Solo al considerar este cuerpo vital positivo de la mujer se puede explicar por qué ella permanece abrigada con menos ropa que el hombre, quien, debido a su cuerpo vital negativo, irradia más calor y necesita vestimenta más cálida.
Es una verdad conocida que no vivimos de lo que comemos, sino de lo que asimilamos.
Y debido al cuerpo vital positivo, la mujer ciertamente tiene ventaja sobre el hombre en ese aspecto.
Se encontrará, sin embargo, que los hombres con inclinaciones espirituales y devocionales, que verdaderamente viven una vida espiritual, están cambiando gradualmente la polaridad de su cuerpo vital para que se vuelva más positivo.
Esto no se logra en una sola vida, sino en una sucesión de vidas; y eventualmente llegará una etapa en la que desaparecerá la distinción observada por los investigadores científicos.
Es creencia —o más bien conocimiento— del autor, que si estas investigaciones científicas se hubieran realizado hace unos miles de años, la diferencia habría sido mucho más marcada. Aunque la mujer no había alcanzado entonces su estándar actual, el hombre tampoco, y estaba mucho más atrás en ese aspecto.
Los últimos dos mil años de creciente altruismo bajo la religión cristiana han hecho maravillas al volver a los hombres menos brutales y a las mujeres más refinadas; y en unos pocos cientos de años, cuando lleguemos a la cúspide de Acuario, el “Hijo del Hombre” por precesión de los equinoccios, esta distinción probablemente habrá desaparecido, y hombres y mujeres estarán en igualdad en cuanto a la finura de sus vehículos.
Sin embargo, recordemos que el hombre no vive solo de pan.
Cuanto más elevados sean nuestros pensamientos, menos materiales y groseros seremos.
Por lo tanto, podemos adelantarnos al tiempo y, mediante pensamientos puros, refinar nuestros vehículos; y al hacerlo, necesitaremos menos alimento terrestre. Esta es la vía de mejora tanto para hombres como para mujeres.
Traducida por la Fraternidad Rosacruz de Mexico en amoroso servicio.