La Vida Exitosa
Mensaje de Max Heindel
(De apuntes inéditos de conferencias del autor)
Todos quieren el éxito, pero el éxito significa algo diferente para cada persona.
Algunos estándares generales aceptados en distintas épocas cambian conforme evolucionamos.
En la antigua Lemuria, los más precoces eran instruidos en ciencia física, artes y oficios.
Esta enseñanza floreció en nuestra civilización occidental.
Antes de ese tiempo, éramos Espíritus libres, no atados por el tiempo y el espacio.
Pero cuando el Ego entró en el cuerpo denso y se convirtió en su espíritu habitante, quedamos aprisionados.
Durante toda la Época Atlante y gran parte de la Época Aria actual, viajar distancias relativamente cortas tomaba meses.
Ahora [1912], prácticamente hemos conquistado el espacio dominando las fuerzas de la naturaleza; el telégrafo, por ejemplo, casi anula el tiempo y el espacio.
En aquellas épocas existía un estándar distinto de éxito en comparación con el actual, y en el futuro existirá un criterio aún más nuevo.
Aunque es cierto que nunca antes la manufactura se había realizado a tan gran escala como hoy, también se admite generalmente que se han sacrificado las condiciones más ideales de tiempos medievales, cuando el artesano trabajaba por el puro gozo de crear.
Como el protagonista de la historia "La Extraña vida de Bulwer, cuya vocación era sanar y para quien los honorarios eran meras circunstancias, no trabajaba solo por dinero, sino que en cada obra infundía algo de su propia individualidad; era parte de sí mismo.
Trabajaba muchas horas, pero nunca se quejaba, pues el día pasaba volando entre su canto alegre y el sonido del martillo en el yunque o el silbido que competía con el de su sierra o lima.
No llevaba cuenta del tiempo que le tomaba su labor.
Su única preocupación era que, al terminar, su trabajo estuviera bien hecho.
Por eso, las obras de un maestro artesano eran justamente admiradas y motivo de emulación para sus compañeros y aprendices.
Alcanzaban un nivel de excelencia que aún hoy nos maravilla.
Hoy nos hemos alejado mucho de este criterio antiguo de éxito: la eficiencia creativa.
Hemos establecido uno nuevo: la eficiencia acumulativa.
Despreciamos al trabajador y veneramos al que puede hacer un millón en un día acaparando el suministro mundial de alimentos.
El trabajador también se ha contagiado de esta enfermedad: no valora su trabajo, lo considera una maldición.
Trabaja por dinero y contra el tiempo, y es tan infeliz como aquel cuya fortuna depende del ticker de la bolsa.
Odia al rico, el rico lo odia a él, y ambos miran con lástima o desprecio a los artistas e inventores idealistas que aún trabajan por amor, sin importar el dinero.
¿Cuál es el verdadero éxito?
Es evidente que el estándar actual de éxito no es satisfactorio. Tampoco podemos volver a las condiciones antiguas. Entonces, la gran pregunta para el mundo es:
¿De qué manera podemos alcanzar un éxito duradero?
Cuando encontremos un nuevo y mejor criterio de éxito y comencemos a vivirlo, entonces habrá una nueva era.
El Cristo estableció el estándar de grandeza para esa nueva era cuando dijo:
“El que quiera ser el mayor entre vosotros, que sea el servidor de todos.”
En esa era, los hombres competirán por servir, como ahora compiten por acumular riqueza.
Por eso, este principio de servicio es el núcleo del ritual usado por la Rosacruz.
Si aspiramos a ser pioneros de un orden superior, debemos practicar estos principios, al menos en cierta medida.
¿Cómo servir?
Para servir a nuestros semejantes, lo primero es preguntarnos:
¿Qué necesitamos?
Primero, comprendamos que no es necesario ir lejos para encontrar a quién servir.
Toda búsqueda será en vano hasta que hagamos el deber que tenemos más cerca.
No perdamos tiempo anhelando conquistar mundos brillantes y lejanos.
Nuestro trabajo está donde estamos.
Si podemos ayudar a mejorar a los hombres, ellos mejorarán las condiciones.
Nuestras herramientas: los cuerpos triples
Como herramientas, tenemos tres cuerpos que deben ser “afilados” con el cuidado que les damos:
Cuerpo denso (materia química): su nota clave es la inercia.
Debemos espiritualizarlo y construirlo con los mejores materiales posibles.
Lo que contamina no es lo que entra por la boca, sino el estado mental que demanda alimentos groseros.
Cuerpo vital (éter): su nota clave es el ritmo.
Aquí aplicamos la repetición, como en “orar sin cesar”.
Esta es la verdad detrás de las afirmaciones del “Nuevo Pensamiento”.
Cuerpo de deseos (sustancia del deseo): su nota clave es la emoción.
Es el almacén de energía que mueve al mundo.
Cuando se descontrola, se convierte en ira, destructiva en extremo.
No debemos eliminar la ira, sino transmutarla y dirigir su energía hacia un esfuerzo valioso.
Proyectamos lo que somos
Vemos el mundo a través de nuestra atmósfera personal, que colorea todo lo que percibimos.
Si nuestros vecinos parecen mezquinos, ¿no será que hay mezquindad en nosotros? “Recibimos lo que damos.”
Quien es mezquino despierta esa cualidad en otros.
Cree que todos lo tratan mal, pero él es el origen del problema.
En cambio, la persona alegre ve el mundo a través de su aura de alegría.
Irradia optimismo y lo despierta en los demás.
Así se convierte en un factor positivo en todos los mundos.
El cuerpo de deseos puede ser purificado, y el buen temperamento puede cultivarse.
No critiques ni te quejes. No temas ni te preocupes.
Cuenta tus bendiciones y agradécelas.
Así se multiplicarán.
Tu vida está en tus manos
Podemos hacer de nuestra vida lo que deseemos.
Pero el primer paso es no dejar que pase un día sin haber hecho algo por alguien.
Al hacerlo, nuestras oportunidades de servicio crecerán, al igual que nuestra capacidad.
Una vida exitosa es una vida de servicio a todos.
Y en la medida en que vivamos conforme a ese estándar, estamos viviendo una vida exitosa.
Traducido de la Revista Rayos de la Rosacruz por la Fraternidad Rosacruz de Mexico, en amoroso servicio.