¡NO JUSGUEZ!
Basado en un artículo de Emily W. Lortcher
Rays de septiembre/octubre de 2001
Cuando consideramos a la humanidad en su conjunto, observamos grandes diferencias en los objetivos y aspiraciones de cada uno, así como en las faltas a superar.
Pero todos tenemos que pasar por el mismo proceso de corrección.
Primero debemos reconocer nuestros errores y luego, con vigilancia y perseverancia, esforzarnos por corregirlos.
Durante más o menos tiempo, ignoramos quiénes somos y parecemos no prestar atención a lo que está bien o mal en nosotros.
Estamos tan acostumbrados a ser quienes somos, a hacer lo que nos sale natural, que rara vez nos tomamos el tiempo de analizar nuestro comportamiento para descubrir qué hay de constructivo o destructivo en él: los pensamientos que albergamos, las emociones que surgen automáticamente con respecto a las personas o las circunstancias, lo que decimos y hacemos a diario.
¿Nos acerca todo esto a la Luz liberadora o, por el contrario, nos hunde más profundamente en la materia que nos encierra y nos aflige?
Llega un día en que empezamos a pensar seriamente en la vida, en las causas de nuestra insatisfacción, en nuestros estados de ánimo, en nuestras pruebas y en las muchas adversidades del mundo que parecen no tener fin.
Entonces nos damos cuenta de que es hora de dedicarnos a la búsqueda de las Leyes que rigen la vida, y aprendemos que si vivimos conforme a estas Leyes o Principios, despertamos una fuerza interior que puede liberarnos de las incertidumbres de la vida cotidiana.
Esta es una transmutación a través de la purificación.
En lo profundo de la estructura humana reside un poder divino.
Al purificarnos, la Luz podrá manifestarse en nuestras vidas.
Entre los obstáculos que encontramos en este camino de purificación, consideraremos especialmente la actitud de juzgar a los demás.
Cristo dijo: «No juzguéis, para que no seáis juzgados.
Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, se os volverá a medir. ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?» (Mateo 7:1-3).
Si Cristo insiste tanto en esta falta, es porque constituye un gran obstáculo en el camino de nuestra evolución.
No debemos juzgar a los demás por no ser capaces de hacerlo correctamente. Vemos una debilidad o un defecto, pero desconocemos el estado interior en el que se encuentra la persona.
Solo Dios ve el corazón y sabe cuánto lucha quien juzgamos por superar su problema. Cuando esto nos sucede, debemos pensar que la persona a la que criticamos puede, a partir de hoy, vivir una experiencia, tener una conversación o leer un libro que le provoque un cambio radical.
¿No fue esto lo que nos ocurrió a algunos al leer por primera vez la Cosmogonía Rosacruz?
Pensábamos y actuábamos de maneras que nos parecían naturales, y esta lectura nos hizo conscientes de la Luz que queríamos seguir a costa de un cambio radical en nuestra forma de pensar y actuar.
Puede pasar un tiempo entre la consciencia de un cambio necesario y su realización real, porque sabemos que los viejos hábitos están profundamente arraigados en el cuerpo vital y que se manifiestan una y otra vez a pesar de nuestros esfuerzos por controlarlos.
Sin embargo, incluso cuando esto aún no es visible externamente, puede existir un cambio, un crecimiento interno.
Esta es una razón más para no juzgar a alguien que quizá ya no sea la persona que estamos juzgando, sobre todo porque nuestra actitud y pensamientos negativos hacia ellos pueden obstaculizar su progreso (y el nuestro...).
He aquí otro punto importante a tener en cuenta: debemos distinguir el Ego en evolución y la personalidad con la cruz colocada sobre sus hombros al entrar en la encarnación y que el ser tendrá que llevar con mayor o menor dificultad, a menudo hasta el final de su vida física.
Se cuenta que un residente de Mount Ecclesia, en la época de Max Heindel, criticó en su presencia a otro aspirante que, según él, no debía esforzarse lo suficiente por "vivir la vida", ya que seguía cometiendo la misma falta. Max Heindel respondió:
"No estás dentro de este hombre, ¿cómo puedes juzgar entonces qué esfuerzos está haciendo, contra qué fuerzas está luchando y el progreso que está logrando?"
Cuando nos permitimos decir lo que otro debería hacer o lo que haríamos en su lugar, estas poderosas palabras de Max Heindel deberían resonar en nuestra conciencia.
Texto inspirado en las enseñanzas Rosacruces
legadas a Max Heindel por los Hermanos Mayores de la Rosa Cruz.
En Amoroso Servicio
Centro de Estudios de la Sabiduria Occidental Mexico.