EL SACRIFICIO ANUAL
DE CRISTO
FRATERNIDAD ROSACRUZ DE MEXICO
CENTRO DE ESTUDIOS DE LA SABIDURIA OCCIDENTAL MEXICO
EL SACRIFICIO ANUAL DE CRISTO
Max Heindel
¿Se ha encontrado alguna vez el lector al lado del lecho de un amigo o pariente que se encontrase moribundo y pasando al más allá?.
A muchos de nosotros nos ha tocado ser participe de estas escenas, porque ¿Cuál es la casa en la que no ha entrado la muerte? Tampoco son desconocidas las fases siguientes de la agonía hacia la cual quiero llamar particularmente la atención.
La persona que está para morir, muy a menudo cae en un estupor; entonces despierta y ve, no solamente este mundo, sino el mundo en el cual está para entrar; y es muy significativo que entonces el moribundo vea seres que fueron sus amigos o parientes durante la primera parte de su vida -hijos, esposa, y algunos otros seres queridos para él- que están alrededor de su lecho en espera que cruce la frontera.
La madre estrechará amorosa entre sus brazos al hijo que murió mucho antes y le dirá palabras que parecerán incoherentes a los que las escuchen que estén todavía en cuerpo físico, pero que son perfectamente justificada para ella y de igual modo reconocerá a uno y a otro de los que pasaron antes al más allá.
Todos estos seres queridos están reunidos a lado de su cama esperando a que se reúna con ellos, impulsado por el mismo sentimiento que se apodera de los vivos aquí cuando un niño está para nacer en nuestro mundo, haciéndoles sentirse gozosos a su arribo debido a que sienten instintivamente que él que se acerca es un buen amigo que viene a ellos.
Así, también las personas que han pasado antes al más allá se reúnen cuando un amigo está para cruzar la línea fronteriza y para unirse con ellos en la otra parte del velo.
De este modo vemos que el nacimiento en un mundo es la muerte desde el punto de vista del otro; el niño que viene a nosotros ha muerto para el mundo espiritual y la persona que muere y desaparece de nuestro lado para penetrar en el más allá, nace en un nuevo mundo y se reúne a los amigos de allí.
“Como arriba, así es abajo”; la ley de analogía, que es la misma para el microcosmos que para el Macrocosmos, nos dice que lo que pasa a los seres humanos, bajo unas condiciones dadas, debe aplicarse también a lo suprahumano bajo circunstancias análogas.
Ahora nos estamos acercando al solsticio de invierno; los días más obscuros del año; la época en que la luz del Sol está casi deslumbrada; cuando nuestro hemisferio septentrional está frío y triste.
Pero en la noche más larga y más obscura el Sol vira en su sendero hacía arriba; la luz de Cristo ha nacido otra vez para la Tierra y ante su brillo el mundo se regocija.
Por los términos de nuestra analogía, sin embargo, cuando el Cristo nace en la Tierra muere para los Cielos.
Al igual que el espíritu libre está en el momento de nacer final y firmemente incrustado en el velo de la carne que lo aprisiona durante toda la vida, así también el Espíritu de Cristo está aprisionado y encadenado cada vez que Él nace en la Tierra.