LA ASCENSIÓN DE CRISTO
Louise Sammons
“Al finalizar el día sábado, cuando empezó a amanecer el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro, y al mirar hubo un gran temblor de tierra: un Ángel del Señor descendió del Cielo, llegó y removió la piedra que tapaba la puerta, y se sentó sobre ésta.
Su semblante era parecido al relámpago y sus vestiduras blancas como la nieve”.
“El guardia tembló de miedo y quedó como muerto, y el Ángel tranquilizó a las mujeres diciéndoles: no temáis, sé que vosotras buscáis a Jesús, el que fue crucificado. El no está aquí: porque Él resucitó, como Él dijo; vengan, vean el lugar donde el Señor descansaba”.
“Vayan rápidamente, y digan a sus discípulos que Él ha resucitado de la muerte, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí vosotros le veréis; he aquí os lo he dicho”.
Mateo 28: 1-7
Para los Apóstoles, el milagro más grande de Cristo Jesús fue su Resurrección de la muerte luego de tres días en la tumba.
A través de la suprema manifestación del poder de Dios, Él testifica la completa victoria del espíritu sobre la materia.
El estudiante esotérico acepta la Resurrección como una indudable victoria de la vida en sí misma. Como él sigue la huella del Maestro, su peregrinación no termina en el Calvario sino en el Monte de los Olivos.
La Fe debe efectuar el cumplimiento final de esta peregrinación antes que el testimonio sea consumado.
Jesús, el hombre de Nazareth, fue un extraordinario ejemplo de convicción espiritual que habitó entre nosotros, pero es más familiar para nosotros que para aquellos que habitan otras regiones de la Tierra.
Aunque conozcamos los más pequeños detalles de la vida del niño Jesús, se ha convertido en la personificación de una sólida convicción espiritual.
Por más de quince centurias, los reyes han sido coronados en su nombre y los gobernantes han tomado juramento de oficio sobre su libro (la Biblia).
Le hemos dado todos los honores mundanos y en cada comunidad hay altares levantados en Su nombre y a Su trabajo.
Para la cristiandad, Cristo es el Rey de Reyes.
Sin embargo, a pesar de esto, vivimos en lucha y discordia, cada hombre teme a su prójimo y las naciones se balancean al borde de la guerra.
Algunos dignatarios de las iglesias aparecen tener una simple explicación para esta extraña y dramática contradicción.
La fe se mantiene inconmovible, ella cree; la religión es parte de nuestro medio ambiente, y nosotros participamos de esta como si estuviésemos en cualquier sociedad y organización. En cierto modo, se adquiere la creencia de que la iglesia está únicamente en las de sus ministros y sacerdotes, los cuales deben llevarla al tiempo final, que beneficiará a todos.
El cristianismo real no está por ese camino.
Ese no es el clima propicio para aceptar y adaptar a nuestras propias inclinaciones.
No podemos llegar a ser sabios por ir simplemente a la escuela, ni cristianos por ir a la iglesia. Sin la experiencia mística de la religión, la fe permanece negativa y estéril.
El clérigo nos enseña teología, pero los verdaderos conceptos religiosos nos llegan de la fuente interna de bien que está en nuestro propio corazón.
Podríamos seguramente estar sumergidos en un mar de fe y morir sin fe, a menos que personalmente experimentemos la presencia de Dios en nuestros corazones.
La fe cristiana siempre ha considerado esencialmente la Senda Mística.
A esta nunca ha apelado directamente en erudito, el sabio o el filósofo.
Como debe ser, la vida y ministerio de Jesús, justicia y alienta la bondad y la caridad que todos tenemos adentro.
Al principio únicamente podíamos admirar y respetar sus enseñanzas, pero no podemos evitar aumentar nuestra admiración y sentir un intenso deseo de imitarlo.
De esta manera nos damos cuenta de la importancia de vivir la vida al servicio de los más débiles.
Este cambio en nuestros propios corazones nos transformará de estáticos seguidores de credos a dinámicos servidores de principios. La vida es únicamente importante cuando tiene un alto propósito.
Con esperanza, fe y amor en nuestros corazones, guiaremos nuestras mentes y manos, no podemos fracasar ya que se sirve a una causa que no puede fallar.
La venida de Cristo marca el más importante y trascendental evento en toda evolución de la raza humana. Su verdadero sentido y propósito es el más grande misterio de los Misterios Cristianos.
Los principales eventos recordados en la Biblia son la Anunciación y la Ascensión, que esbozan la senda iniciadora que ha sido dada a todos los pueblos y razas a través de las distintas religiones del mundo.
Algunos ocultistas creen que la historia de Cristo tal como está relatada en los evangelios puede ser entendida únicamente en términos alegóricos (que no es histórica, sino que es simbólica); esa senda, eventualmente, toda la humanidad la recorrerá.
Sin embargo, esa interpretación deja afuera la suprema luz del cristianismo esotérico; y especialmente el propósito y sentido de la regencia de Cristo sobre la Tierra.
La vida de Cristo Jesús duplica la experiencia de otros maestros universales y sus pasos iniciadores empiezan en el Antiguo Misterio del Templo; Él, el Cristo, no solo agregó un significado más hondo y profundo a todo lo que vino antes, sino que también forma parte de la historia que el mundo debe ver y contemplar.
Así, en el Misterio de Cristo, están las dotes supremas, que aguardan el futuro desarrollo del hombre.
Tal vez nosotros nos hicimos las siguientes preguntas: ¿Por qué el sacrificio?
¿Por qué vino Cristo? La lectura del libro Cristianismo Rosacruz nos da una muy buena respuesta:
“Si alguien hubiese estado por un millar de años sobre un distante planeta y mirara clarividentemente a nuestra pequeña Tierra, hubiera visto un cambio gradual de mal en peor en el Mundo de Deseos y el Mundo del Pensamiento.
La Tierra fue aumentando cada vez más sus oscuras y malas vibraciones porque el hombre, en los días de su más temprana niñez, no fue capaz de controlar sus impulsos.
Fue dominado principalmente por la mente y su cuerpo de deseos; por lo cual tenía que quedarse en el Purgatorio casi todo el tiempo entre encarnaciones.
Estuvo casi sin progresar. El Segundo Cielo, donde el hombre aprende a realizar trabajo creativo, estaba casi estéril.
Fue por esto que el Mundo de Deseos de la Tierra debía ser limpiado urgentemente para dar al hombre una nueva oportunidad. Cristo, el más grande iniciado del Período Solar, se dedicó él mismo como tutor de la infantil humanidad, en el segundo día posterior a la Manifestación.
Al principio, su paternal trabajo fue realizado fuera del Globo pero con el tiempo, eventualmente, vino para reemplazar las rígidas Leyes de Moisés y alcanzar un más alto nivel espiritual en el reino de amor y fraternidad universal.
Con el propósito de cumplir su promesa y acercarnos a Él, el gran Arcángel Cristo debió llegar a ser Regente del planeta Tierra, su guía y su vida interna.
La oleada de vida arcangélica se sumergió en la materia únicamente hasta el Mundo de Deseos, por eso el vehículo más bajo de Cristo fue su Cuerpo de Deseos.
Como es una Ley Cósmica que un Ser no puede crear un vehículo que no ha aprendido a construir durante su evolución, fue imposible que el Gran Espíritu Solar Cristo naciera con un cuerpo físico.
Él no pudo formar tal vehículo, como así tampoco el cuerpo vital formado por éteres. Para suministrar estos vehículos necesarios para la Gran Misión, un hombre, Jesús, fue el elegido de Dios para cumplir tal necesidad.
Jesús, un hombre de nuestra evolución, la oleada de vida humana ofreció su cuerpo como un sacrificio al Gran Espíritu Cristo.
Por muchas vidas Jesús había pisado la senda de la Santidad e Iniciación y así estuvo apto para el más grande honor conferido jamás a un ser humano.
Él perdió su cuerpo denso y vital en el momento de ser bautizado.
El Cristo entonces entró en el Mundo físico y se convirtió en el mediador entre Dios y el hombre.
Y también Juan testimonió, diciendo: “Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre Él”. Juan 11: 32
El gran Maestro, el Cristo, trajo amor y altruismo, la nota clave del Mundo del Espíritu de Vida, para limpiar el Mundo de Deseos que estaba impurificado; y a salvar las desvalidas y desahuciadas generaciones que iban a venir.
Su Ministerio de amor terminó en una penosa muerte. Fue crucificado. Esta es la suprema y fundamental diferencia entre Él y los otros maestros en quienes los Espíritus de Raza fueron eliminados.
Todos ellos murieron y debieron renacer nuevamente una y otra vez para ayudar a sus pueblos a mantener sus destinos.
El Arcángel Miguel, el Espíritu de Raza de los judíos, guio a Moisés, quien se cree murió en el monte Nebo.
Él renació como Elías y Elías retornó como Juan el Bautista. Buda murió y renació como Shankara.
Cuando iban a morir, el rostro de Moisés y el cuerpo de Buda llegaron a ser luminosos. Todos ellos alcanzaron ese estado cuando el Espíritu comenzó a brillar en su interior, muriendo en esos momentos.
Cristo Jesús alcanzó ese estado en el Monte de la Transfiguración. Esto significa que su trabajo verdadero empezó subsecuentemente a ese evento.
Él sufrió, fue muerto y resucitó.
Max Heindel prosigue la narrativa:
“Cuando el salvador, Cristo Jesús fue crucificado, su cuerpo fue atravesado en cinco lugares, en los cinco centros donde fluyen las corrientes del cuerpo vital, y la presión de la corona de espinas causó el flujo del sexto…
Cuando la sangre manó de esos centros, el Gran Espíritu Solar de Cristo se liberó de los vehículos físicos de Jesús, y se introdujo Él mismo en la Tierra con sus vehículos individuales.
Los ya existentes vehículos planetarios se interpenetraron con los de Él, y fue capaz desde ese momento de trabajar sobre la Tierra y su humanidad desde adentro. En ese momento, una tremenda oleada de luz solar espiritual inundó la Tierra.
Esto rasgó el velo del Templo que el espíritu de raza había colgado delante de él, para que no entraran todos sino unos pocos elegidos y esto hizo que el camino de la iniciación esté libre para todos desde entonces.
Como un flash relampagueante, en los mundos espirituales, pero mucho más lentamente, en las condiciones densas.
Como toda rápida y alta vibración de luz, esta gran onda cegó a la gente por su deslumbrante brillo, por eso se dijo que el Sol se había oscurecido.
Lo opuesto fue verdad (ya que el sol brilló exteriormente con glorioso esplendor) fue el exceso de luz lo que cegó a la gente, y como la Tierra entera absorbió al brillante Espíritu Solar, luego la vibración retornó a un nivel más normal, tanto dentro como fuera de la esfera terrestre.
En el momento de su resurrección, Cristo dio a la humanidad el más glorioso mensaje de Pascua; Él demostró de hecho que la muerte no es sino una transición, y eventualmente, no tendrá parte en las experiencias planetarias del hombre.
Gozosamente proclamó para todo el mundo, eso que es el más trascendente de los temas espirituales “Yo soy la Resurrección y la Vida”.
En Amoroso Servicio
Centro de Estudios de la Sabiduria Occidental Mexico