LA EVOLUCION TAL Y COMO SE PRESENTA EN EL ZODIACO
Es característico de la Región del Pensamiento Concreto que los arquetipos allí —los del pasado, presente y futuro— hablen al investigador cuando este los obliga con el poder de su voluntad.
Le revelan todo lo que son o serán: su ser íntegro y su naturaleza más profunda quedan totalmente expuestos ante él.
El pergamino que llamamos la Memoria de la Naturaleza puede ser interrogado por quien esté suficientemente calificado, y cualquier cosa en el universo, pasada o presente, puede así revelar sus secretos al investigador, quien adquiere una comprensión maravillosa sobre cualquier tema que decida explorar.
Esto lo ha experimentado frecuentemente el autor:
Una iluminación interna que lo hace vibrar de alegría por llenar su ser de conocimiento íntimo incluso sobre los asuntos más secretos y complejos, los cuales se le revelan con total claridad.
Sin embargo, esa iluminación al contemplar los arquetipos se desvanece al regresar al cuerpo físico; lo aprendido no puede transmitirse al mundo material con la misma intensidad, pues en el ámbito espiritual no existe principio ni fin en los temas investigados, mientras que aquí todo debe ser contado palabra por palabra, de principio a fin.
La carrera evolutiva de la humanidad está íntimamente ligada a las jerarquías divinas que rigen los planetas y signos del zodiaco.
El paso del Sol y de los planetas a través de los doce signos marca el progreso del hombre en tiempo y espacio.
Por tanto, el zodiaco es el límite de nuestra esfera evolutiva actual.
El movimiento precesional del Sol determina el nacimiento y la muerte de razas, naciones y religiones, y el zodiaco pictórico es un símbolo de nuestro desarrollo pasado, presente y futuro.
La Cosmo-Concepción Rosacruz enseña que, cuando los seres de un planeta han evolucionado lo suficiente, ese planeta se transforma en un Sol, centro fijo de un nuevo sistema solar. Una vez alcanzado el máximo de evolución y brillo, dicho Sol se fragmenta en un zodiaco, convirtiéndose simbólicamente en el “vientre” de un nuevo sistema solar.
Así, las grandes huestes de Seres Divinos ganan libertad, pasando de la limitación de ese Sol a actuar sobre múltiples estrellas y mundos.
La evolución humana progresa bajo la guía de estas inteligencias, y lo que ellas hacen hoy por nosotros, nosotros algún día lo haremos por otros. Tras nuestra evolución terrestre, avanzaremos a nuevas etapas acercándonos cada vez más a lo Divino.
Hemos vivido ya existencias mineral, vegetal y animal antes de llegar a la etapa humana, y nos espera aún más evolución, para aproximarnos al Ideal Divino.
El ser humano avanza únicamente a través del sacrificio: cada reino sirve de peldaño al siguiente. Pero, en lo espiritual, el maestro crece sirviendo a sus alumnos; quien sirve a otros, se eleva espiritualmente.
El zodiaco, pues, representa la espiral evolutiva: cada vuelta es un ciclo, cada ciclo perfecciona el anterior y engendra el siguiente.
Este sendero, observado desde lo físico, es una espiral; desde lo físico y espiritual, una lemniscata (“ocho”), cuyos dos círculos convergen en el Espíritu inmortal.
Uno de los círculos representa la vida material, el otro la permanencia en los mundos invisibles.
En cada experiencia terrenal, el Ser siembra y cosecha facultades, experiencias y poder para continuar ascendiendo la escalera evolutiva.
La evolución es la historia del progreso del Espíritu en el tiempo. Todo en el universo avanza, siempre hacia arriba.
Y, así como el ciclo solar determina las estaciones y el ciclo precesional determina las eras, la evolución de razas, religiones y civilizaciones está inseparablemente unida al movimiento del zodiaco y de los astros.
Esto lo ha experimentado frecuentemente el autor.
Ha sentido su ser iluminado por dentro y por fuera, vibrando de alegría por llenarse de un conocimiento íntimo incluso sobre los temas más secretos y complejos, los cuales se le han aclarado por completo.
En esos momentos siente que sería posible transmitir al mundo una luz nueva y maravillosa, que disiparía toda duda en cualquiera que la recibiera, tal como él mismo ha sido convencido y fascinado por la brillantez de la luz obtenida.
Pero, lamentablemente, la iluminación obtenida al contemplar esos arquetipos y la alegría sentida al regresar al cuerpo se disipan al descubrir que lo aprendido no puede ser transmitido al mundo físico con la misma claridad, porque, en el reino espiritual, los temas no tienen ni principio ni fin.
Aquí, para contarlo, hay que hacerlo palabra por palabra y de principio a fin; allá, la idea entera se imprime de una vez y en plenitud, y la dificultad consiste en hallar por dónde empezar y cómo concluir al transmitirlo a la Tierra.
No es de extrañar que en el curso de la investigación sobre el desarrollo espiritual del ser humano, el escritor haya encontrado también mucho relacionado con el zodiaco, que es el límite de nuestra esfera evolutiva en la actualidad.
Tanto ha visto en la Memoria de la Naturaleza que arroja luz sobre pasajes oscuros de la Biblia, y ha tomado notas de diferentes puntos, pero cómo recopilar y organizar esos escritos disociados ha sido durante mucho tiempo un gran problema. Incluso ahora percibe que lo que va a presentar es sólo un débil intento de exponer ante los estudiantes ese gran cuerpo de hechos que le han llegado a través de la Memoria de la Naturaleza.
Sin embargo, considera que esto dará un nuevo y más profundo significado a los antiguos símbolos, y que al compartir lo hallado, se pone en línea para recibir más luz.
Respecto a la evolución futura de los planetas, la Cosmo-Concepción Rosacruz enseña que cuando los seres de un planeta han evolucionado lo suficiente, el planeta se vuelve un Sol, el centro fijo de un sistema solar.
Cuando los seres han evolucionado aún más y el planeta llega a su máximo de resplandor, se fragmenta en un zodiaco y se convierte, por así decirlo, en el “vientre” de un nuevo sistema solar.
Así, las grandes huestes de Seres Divinos que antes estaban confinadas en ese Sol ganan libertad para ejercer influencia desde multitud de estrellas sobre los sistemas en su esfera de acción.
Los planetas o mundos habitados dentro del zodiaco siempre reciben la influencia de estas fuerzas en distintas formas según el grado de evolución alcanzado.
Nuestro Sol no pudo llegar a ser Sol hasta que no expulsó de sí todos los seres que no podían soportar la alta vibración y luminosidad de los que lo habitaban.
Respecto a la evolución futura de los planetas, la Cosmo-Concepción Rosacruz enseña que cuando los seres de un planeta han evolucionado lo suficiente, ese planeta se convierte en un sol, el centro fijo de un sistema solar.
Después, cuando los seres han evolucionado aún más y ese planeta alcanza su máximo resplandor, se fragmenta en un zodiaco y se convierte, por decirlo así, en el “vientre” de un nuevo sistema solar.
Así, las grandes huestes de Seres Divinos que hasta entonces permanecían allí confinadas, ganan libertad para ejercer influencia desde multitud de estrellas sobre los sistemas que surgen en su esfera de acción.
Los planetas o mundos habitados dentro del zodiaco reciben constantemente la acción de estas fuerzas, aunque de diversas formas según su etapa de evolución.
Nuestro Sol no pudo llegar a ser Sol hasta expulsar de sí a todos los seres que no podían soportar la alta vibración y luminosidad de quienes allí habitaban.
Todos los seres de los diferentes planetas habrían sido consumidos si hubieran permanecido en el Sol.
Sin embargo, ese Sol visible, aunque es un lugar de evolución para seres muy superiores al hombre, no es en modo alguno el padre de los otros planetas, como lo supone la ciencia material.
En realidad, es una emanación de un Sol Central, invisible, que es la fuente de todo lo que existe en nuestro sistema solar.
Nuestro Sol visible no es más que el espejo en el que se reflejan los rayos de energía del Sol espiritual; el Sol real es tan invisible como el hombre real.
Según esta enseñanza, es evidente que las grandes jerarquías espirituales que ahora dirigen nuestra evolución, recorrieron antes esas etapas en esquemas previos de manifestación; y lo que ahora hacen por nosotros, también nosotros algún día lo haremos por otros.
Los más adelantados de nuestra raza ya transitan el Sendero de la Iniciación y han entrado en etapas ulteriores, muy superiores al estado presente de la humanidad.
Se ha sabido que quienes han pasado por la Escuela de los Misterios Mercuriales y han egresado de la Escuela de los Grandes Misterios, hoy están preparando la evolución humana para la Era de Júpiter.
Han ingresado al planeta Júpiter a través de alguna de sus Lunas, que sirve de peldaño.
Otros, lamentablemente, han seguido el camino opuesto.
Así como toda la humanidad fue alguna vez expulsada del Sol por no poder acompasarse con las vibraciones de los seres allí presentes, y fue necesario expulsar a los rezagados durante la Época Lemúrica de la Tierra, arrojándose la Luna a girar como satélite en torno a nuestro planeta, los desafortunados continuarán degenerando hasta que llegue el tiempo en que serán llevados todos al planeta Saturno, que es la puerta al caos.
De ahí serían expulsados al espacio interplanetario hasta que en un nuevo sistema surja una condición favorable para su ulterior evolución.
Así, el zodiaco y los planetas son como un libro donde puede leerse la historia de la humanidad en las edades pasadas, y también brindan una clave para el futuro que nos aguarda.
En la famosa rueda zodiacal del templo de Denderah, la carrera de la humanidad está representada simbólicamente.
El zodiaco es el límite de nuestra actual esfera evolutiva; no puede trascenderse ni alcanzar sus estrellas hasta que se haya cumplido el ciclo de evolución a través de los planetas dentro de ese círculo.
Solo cuando la humanidad haya alcanzado el punto culminante de desarrollo podrá salir del zodiaco, así como un hijo puede dejar el hogar paterno solo cuando está lo suficientemente maduro para instalarse y vivir por su cuenta.
Esta maravillosa historia, trazada por las estrellas y los signos, es en verdad la historia de nuestro pasado, presente y futuro.
Encierra una sabiduría tanto práctica como inspiradora: nos ayuda a comprender nuestro propósito en el gran diseño cósmico y refuerza la esperanza del progreso gradual hacia el destino supremo que se nos ha prometido: la perfección y la unión consciente con el Universo.
Traducido por la Fraternidad Rosacruz de Mexico de la Revista Rayos de la Rosacruz ejemplar de agosto de 1965.