Los Hermanos Mayores
No preguntes quién escribió estas cartas. Júzgalas por sus méritos.
Ten en cuenta el espíritu con el que fueron escritas, y no solo las palabras. No nos mueve ningún motivo egoísta.
La luz interna nos induce a actuar, nos impulsa a escribirte, y nuestras credenciales son las verdades que poseemos, fácilmente reconocidas por quien se dispone a buscarlas.
Te las comunicaremos en la medida en que seas capaz de recibirlas, y tienes plena libertad para aceptar o no lo que te decimos; porque la Sabiduría divina no clama por aceptación.
Es una luz que brilla con eterna tranquilidad y espera pacientemente el día en que la reconozcan y acepten.
Nuestra comunidad existe desde el primer día de la Creación y continuará existiendo hasta el último.
Es la Sociedad de los Hijos de la Luz, cuyos miembros conocen la luz que brilla tanto en el interior como en el exterior de las tinieblas.
Conocemos la naturaleza del destino humano y tenemos una escuela, donde la Sabiduría divina es el Maestro y enseña a todos los que desean la verdad por sí misma, y no meramente por los beneficios mundanos que ella les proporcione. Los misterios explicados en dicha escuela se refieren a todo cuanto se puede conocer acerca de Dios, de la Naturaleza y del Hombre.
Los antiguos sabios aprendieron en nuestra escuela, y no en cualquier otro lugar.
Entre sus miembros, hay quien habita en mundos diferentes a este.
Están dispersos por el Universo entero, pero unidos por un solo espíritu sin divergencia de opinión.
Todos estudian por el mismo libro y por el mismo método.
Nuestra sociedad está constituida por elegidos, es decir, por aquellos que buscan la luz y están capacitados para recibirla; y el que posee mayor receptividad para la luz es nuestro jefe.
Cada miembro conoce intuitivamente nuestro punto de reunión, y fácilmente todos llegan allí, importando muy poco el lugar donde residan.
Está cerca y, sin embargo, se encuentra oculto a los ojos del mundo, y solo el iniciado lo puede encontrar. Los ya preparados pueden entrar; los que aún no lo están, tienen que esperar.
Nuestra Orden tiene tres grados. Al primero, se llega por la inspiración divina.
Al segundo, por la iluminación interior; y al tercero, y superior, por la contemplación y por la devoción.
En nuestra sociedad no hay disputas, ni controversias, ni especulaciones, ni sofismas, ni dudas, ni escepticismos; y aquel que dispone de más oportunidades para practicar el bien es el más feliz.
Somos depositarios de los más profundos misterios, y sin embargo no somos una sociedad secreta, porque nuestros secretos son un libro abierto para quien esté en disposición de leerlo.
El secreto no resulta de la poca voluntad de enseñar, sino de la debilidad de los que piden que se les enseñe.
Nuestros secretos no se pueden comprar por dinero, ni divulgarse públicamente. Solo los comprenden los que son capaces de sabiduría y amor fraternal, o aquellos en quienes estos poderes han comenzado a despertar.
Feliz aquel a quien el fuego sagrado tocó y con ello se regocija.
Conoce la causa de las miserias humanas y la necesidad inevitable del mal y de los sufrimientos. Su clara visión le permite ver el fundamento de todos los sistemas religiosos, y los reconoce como modalidades de verdades relativas.
La Humanidad vive en un mundo de símbolos, cuyo significado la mayoría de las personas no comprende, pero se acerca el día en que se conocerá el espíritu que estos símbolos encierran y en que se revelen sus misterios.
Perfecto conocimiento de Dios, perfecto conocimiento de la Naturaleza y perfecto conocimiento del Hombre son las tres luces que, en el altar indestructible de la verdad, iluminan perpetuamente el santuario más recóndito del templo de la sabiduría.
Solo hay una religión fundamental y una fraternidad universal. Formas externas, sistemas y asociaciones religiosas, son todas capas que encierran solo una pequeña porción de la verdad.
Y las fórmulas solo son verdaderas en la medida en que representan las verdades que ocultan.
Son necesarias para los que no pueden, por ahora, reconocer la verdad, a no ser que un símbolo la represente; y, al darles a comprender poco a poco que existe la verdad, para ellos invisible, les proporcionamos la base de su conocimiento espiritual.
Pero si las formas externas del sentimiento religioso representan verdades ocultas que no existen en aquel sistema, no pasan, entonces, de meras ridiculeces.
Hay tantos errores cuantas las fórmulas y teorías, que solo pueden ser relativamente ciertas. Siendo la verdad absoluta infinita, no puede circunscribirse a una forma limitada.
Los hombres han tomado equivocadamente la forma por el espíritu, el símbolo por la verdad que representa. Y de este equívoco han derivado errores infinitos, que no se pueden enmendar con vituperios ni con ardientes controversias, ni aun asumiendo una actitud hostil contra los que viven en el error.
Las tinieblas no pueden desvanecerse con otra arma que no sea la Luz, y donde prevalece la sabiduría desaparece la ignorancia, de la misma forma que donde brilla la luz no existen las tinieblas.
Pronto aparecerá la luz en este siglo.
Serán conocidas cosas que estuvieron ocultas durante siglos; se apartarán muchos velos, y la verdad subyacente en las fórmulas será revelada.
La Humanidad se acercará más a Dios. No podemos decirte ahora por qué ocurrirá esto en este siglo. Nos limitaremos a decir que todo tiene su tiempo y que todas las cosas en el Universo se encuentran reguladas por la divina ley de orden y armonía.
Primero vino el símbolo que contenía la verdad; después la explicación del símbolo, y más tarde se reconocerá y aceptará la verdad. No se ve de otra manera el árbol después de brotar la semilla que era el símbolo que sintetizaba su carácter.
Nuestro deber es ayudar al nacimiento de la verdad y abrir las capas que la ocultan, reavivando los jeroglíficos muertos, cuyo significado revelaremos, no por nuestro poder, sino por el de la Luz, de la que somos instrumentos.
No pertenecemos a secta alguna, ni tenemos ambiciones que satisfacer, ni deseamos popularidad, ni nos disgusta el estado presente de ciertas cosas en el mundo, como a los que desean gobernar para imponer sus opiniones.
No hay persona ni partido alguno que influya en nosotros, ni esperamos recompensa por nuestro trabajo.
Poseemos una Luz que nos permite conocer los misterios más profundos de la Naturaleza, y nos alimenta un Fuego por el cual podemos actuar sobre todo cuanto existe en la Naturaleza.
Poseemos la clave de todos los misterios y conocemos el lazo que une nuestro planeta con otros mundos.
Nuestra ciencia es una Ciencia Universal, porque abarca el Universo entero, y su historia comienza en el primer día de la Creación.
Poseemos todos los libros antiguos de la sabiduría.
Todo en la Naturaleza se encuentra sujeto a nuestra voluntad, porque nuestra voluntad es una con la del Espíritu Universal, potencia motora del Universo entero y origen eterno de toda la vida.
No necesitamos información alguna de los hombres, ni de libros, porque podemos percibir todo cuanto existe y leer en el libro de la Naturaleza, exento de errores. En nuestra escuela se enseña todo, porque la Luz de todas las cosas dimana de la omnisciencia de nuestro Maestro.
Podemos hablarte de lo más maravilloso que conocemos, que está tan completamente fuera del alcance del filósofo más erudito de nuestros tiempos, como el Sol de la Tierra, pero tan cerca de nosotros como la luz del espíritu de que emana. No es nuestra intención estimular tu curiosidad.
Deseamos saciar en ti la sed de sabiduría y el hambre de amor fraternal, para que abras los ojos a la luz y contemples la verdad divina. No nos compete aumentar tu conocimiento. Eso compete al poder de la verdad que ha penetrado en tu corazón.
¿Deseas ser miembro de nuestra Sociedad? Si de hecho así es, penetra en tu propio corazón.
¿Deseas conocer a los Hermanos? Si así es, aprende a conocer la divinidad manifestada en tu propia alma.
Busca en ti lo perfecto, lo inmortal e inmutable, y, cuando lo encuentres, habrás entrado en nuestra sociedad y nos conocerás.
En nuestro círculo no caben imperfecciones, y, antes de que puedas entrar en él, tienes que expulsar de ti todas las imperfecciones de tu naturaleza.
El fuego del amor divino ha de consumir primero los elementos corruptibles de tu interior.
Debes ser bautizado con el agua de la verdad y estar revestido de una sustancia incorruptible producida por pensamientos puros.
Han de abrirse primero tus sentidos internos a la percepción de las verdades espirituales, iluminada que sea la mente por la sabiduría divina.
Entonces se actualizarán las grandes potencias de tu alma, ahora para ti desconocidas, y podrás vencer el mal. Tu ser entero será restaurado y transformado en un ser de luz, y tu cuerpo servirá de morada al espíritu divino.
¿Preguntas cuáles son nuestras doctrinas?
No proclamamos ninguna, porque cualquier que proclamásemos sería para ti una opinión dudosa, mientras no te conozcas a ti mismo. Este conocimiento, has de conquistarlo por educación interna, y él se desarrollará en ti mismo. Interroga al espíritu divino en tu interior, abre los sentidos internos a la comprensión de lo que se dice, y tendrás las respuestas a tus preguntas.
Todo cuanto podemos hacer es darte algunas ideas para que las consideres y examines; no para que creas en ellas, solo porque fuimos nosotros quienes las proporcionamos, sin examinarlas antes, sino para que puedan servirte de apoyo y de señales durante tus incursiones por el intrincado laberinto del autoexamen.
Una de las proposiciones que deseamos someter a tu consideración es la de que la Humanidad no será feliz, mientras no haya absorbido el espíritu de la sabiduría divina y del amor fraternal.
Cuando esto ocurra, las coronas de los que rigen el mundo serán de razón pura no adulterada, y sus cetros serán de amor. Tendrán el poder de libertar a los pueblos de la superstición y de las tinieblas, y las condiciones externas de la Humanidad mejorarán, una vez alcanzado el perfeccionamiento interno. Entonces desaparecerá la pobreza, el crimen y la enfermedad.
Otra proposición es la de que los hombres no son más espirituales e inteligentes debido a la grosera densidad de las partículas internas que componen sus cuerpos y dificultan la acción del elemento espiritual que en ellos está contenido; y cuanto más groseramente vivan y más se dejen dominar por los placeres sensuales, animales y semi-animales, tanto menos serán capaces de lanzarse, en pensamiento, a las regiones superiores del mundo ideal y de percibir las verdades internas del espíritu.
Fíjate en las formas humanas que por las calles encuentras, repletas de carne llena de impurezas animales, con el sello de la intemperancia y de la sensualidad impreso en sus rostros, y pregúntales si están o no adaptadas a la expresión de las manifestaciones internas de la sabiduría divina.
También decimos que el espíritu es sustancia y realidad.
Sus atributos son: indestructibilidad y duración. La materia es un agregado que produce una forma ilusoria. Es divisible, penetrable, corruptible e inestable. El reino espiritual es un mundo indestructible, cuyo centro es el Logos; y sus habitantes, las potestades conscientes e inteligentes.
El mundo físico es un mundo de ilusiones sin una verdad absoluta.
Todo lo que existe en el mundo externo es relativo y fenoménico. Este mundo es, por así decirlo, el retrato sombrío del mundo interno y real, producido por la luz del espíritu viviente que opera en el interior y en el exterior de la materia animada, en las formas donde reside y mora la vida.
La inteligencia inferior del Hombre toma sus ideas prestadas del reino siempre inestable de lo sensual, y se encuentra, por lo tanto, sujeta a un cambio continuo.
La inteligencia espiritual del Hombre, o sea, su intuición, es un atributo del espíritu y, por lo tanto, inmutable y divina. Cuanto más etéreas, refinadas y móviles sean las partículas del organismo físico del Hombre, con tanta mayor facilidad penetrará en ellas la luz divina de la inteligencia y de la sabiduría espirituales.
Un sistema racional de educación tendrá que fundarse en el conocimiento de la constitución física, psíquica y espiritual del Hombre, y no meramente en su aspecto material.
El aspecto externo de la constitución humana puede estudiarse por medio de métodos externos; sin embargo, el conocimiento de su organismo invisible solamente se alcanza por introversión y estudio de sí mismo.
El consejo más importante que te daremos es, por lo tanto:
Aprende a Conocer Tu Propio Yo.
En Amoroso Servicio
Fraternidad Rosacruz de Mexico.