ATAJOS EN EL CAMINO
FRATERNIDAD ROSACRUZ DE MEXICO
CENTRO DE ESTUDIOS DE LA SABIDURIA OCCIDENTAL MEXICO
ATAJOS EN EL CAMINO
Lección de Filosofía de la Sra. Augusta Foss de Heindel de Agosto de 1929
Hay dos senderos que el hombre descubre cuando despierta y se da cuenta del hecho de que la existencia física que está viviendo no lo es todo.
Entonces se halla en la encrucijada a la que todos hemos de llegar algún día y dónde todos tendremos que hacer una elección: escoger si hemos de continuar en el ancho y fácil camino del placer, dónde hallamos alegres compañeros, o si estamos listos para menospreciar las cosas terrenales y seguir la senda de la renunciación, del puro vivir y de las aspiraciones espirituales.
Algún día hay que hacer esa elección.
El hombre no puede continuar por siempre la vida mundana, ni puede caminar a la vez por los dos senderos. Tiene que decidirse por uno o por otro.
En la encrucijada, dónde se le da la oportunidad de elegir, hay muchas peligrosas veredas que brindan al alma cosas maravillosas: la una detiene el rápido desarrollo del estudiante ofreciéndole el éxito y el poder; en la otra están las tentaciones de un gran conocimiento del que puede resultar hasta la adivinación; otro tienta al alma con los atractivos de la vida y la riqueza...
De este modo, el que busca vagará a menudo en su camino encontrando difícil la elección de la vía que le depare los mayores beneficios.
Vacila y prueba primero un camino y luego otro, porque los atractivos lo detienen a cada paso.
El resultado es que, en muchas ocasiones, el verdadero Sendero es el último que elige, porque uno no está pronto a aceptar las restricciones que le impone.
No está listo para vivir una vida de renunciación y de servicio. Pero, andando el tiempo, se dará cuenta de que ésta es la verdadera vida, la única en la que podrá realizar progresos reales.
De todos modos, cuando, más tarde, alcance el punto en que los Misterios se entreabran para él, cuando, por sus esfuerzos y celo, haya llegado al lugar en donde principia a sentir la presencia de los altos poderes, aún no estará hollando un sendero seguro.
Su camino se puede comparar a las sendas de ásperas pendientes que serpentean alrededor de la montaña.
Unas veces, parece que se pierden en estrechas curvas; otras, se sumergen en oscuras hondonadas.
Y el ascenso es tan abrupto y rocoso que los pies del caminante se llenan de ampollas.
A menudo los animales salvajes se interponen en su camino y tienen que vencerlos antes de poder seguir.
Luego, quizá vea una senda que se separa del camino que lleva, y que le parezca menos escarpada, y se encamine por ella para acabar teniendo que reconocer que no conducía a ninguna parte, y haya de desandar lo andado y re-emprender el sendero abandonado.
El ascenso a una montaña es muy similar a este viaje que el neófito tiene que hacer: su camino no es fácil y se interna en los roquedales y los espinos de la persecución, la renuncia de sí mismo y el trabajo duro.
Tan pronto como una persona a comenzado a ganar conocimiento sobre los mundos superiores y la filosofía esotérica, se le pegarán los que van a la caza de quien los ayude a resolver sus problemas.
El mundo está lleno de parásitos que nunca hacen el esfuerzo de pensar por sí mismos, que siempre están solicitando el consejo y la guía de los que han avanzado en el conocimiento, en esferas superiores.
El resultado es que el neófito interrogado se encuentra con su tiempo que se va de ese modo, restándole muy poco para sí mismo.
En esto hay, sin embargo, una oportunidad estupenda para vencerse a sí mismo y desarrollar la facultad de la intuición.
Porque los que vienen a pedirle consejos lo obligan a que lo extraiga de su conocimiento interior.
Ésta es, ciertamente, la senda del servicio que, con el tiempo, lleva a la puerta de los mundos superiores. Si el neófito se puede abstraer en la obra de ayudar a los otros tan completamente que no tenga tiempo para pensar en sí mismo o en gratificar placeres mundanos entonces puede tener por seguro que está en el verdadero camino, que sus pasos serán guiados y que se verá protegido por aquellos que van más adelantados que él en el Sendero.
Los guías invisibles dirigen a los que se hacen dignos de ello; y no importa cuan duras sean las pruebas a que se vea sometido el neófito desinteresado y digno, debe sentirse seguro de que sobre él velan con cuidado protector invisibles influencias.
Hay otro tipo de buscador de la verdad que conviene que lo analicemos un poco.
Es el que siempre busca atajos, medios para abreviar el camino, que inquiere sobre ellos y anda siempre tratando de hallarlos. Sus corrientes (de deseos) están constantemente orientadas hacia el interior.
Esta clase de personas se convierten en centro de atracción de los más inesperados peligros. Se enfrentan con tentaciones como nunca habrían soñado.
El buscador de atajos en el Sendero del desarrollo espiritual, no solamente trata de acortar el camino sino que está determinado a tomar la vía más fácil.
Ambiciona que Dios le dé la libertad de los reinos espirituales y la posibilidad de sentarse y pensar en el nirvana.
Un hombre hizo a quien esto escribe la siguiente pregunta:
“¿Qué está haciendo su Fraternidad en el sentido de conseguir para la Humanidad
mayor libertad para desarrollarse?”
Supongamos que, a un hombre que sólo desea la libertad por motivos egoístas, se le diese desarrollo espiritual.
¿Qué haría con él?
¿podemos imaginarnos a una persona así recibiendo el poder inherente al verdadero desarrollo? ¿estaría la virtud segura en sus manos?
Con el gran conocimiento vienen grandes responsabilidades.
¿Podría entenderlo así y usar como es debido de su conocimiento?
¿no sería una presa fácil para las fuerzas de las tinieblas, listas siempre para engañar y perder al que investiga?
Los Klingsores están en la tarea hoy en día como lo estaban en los viejos tiempos del Grial, y muchos son los Amfortas que sucumben y son heridos, a consecuencia del mal uso que hacen de sus poderes espirituales.
Los grandes enemigos que el hombre encuentra en su Sendero son: el deseo de poder, el de riquezas, la vanagloria, la envidia y el deseo de conocimiento para emplearlo indebidamente.
Éstas son las trampas que se atraviesan en su camino.
Cuando uno ha llegado a adquirir algún poder, la tentación de utilizarlo en provecho propio le acosa por todas partes.
Arrebatar sus secretos a la naturaleza, frecuentemente lleva a convertirse en obsesión para el auto-indagador.
Pero, cuando el hombre abre el conducto que lo comunica con el divino poder de Dios, desgraciado de