EL DESPERTAR AL 

CRISTO INTERNO EN NOSOTROS


FRATERNIDAD ROSACRUZ DE MEXICO


CENTRO DE ESTUDIOS DE LA SABIDURÍA OCCIDENTAL MÉXICO

El Cristo Interno es el Ego o el Espíritu Interno del hombre, el cual se hace consciente en el mundo físico a través de la mente, para obtener experiencia; operando un triple cuerpo para extraer el alma triple, la que se amalgama con dicho Espíritu formando parte de él. 

En la humanidad común y corriente, que vive únicamente para la vida material, el Cristo Interno permanece adormecido, como en un letargo; pero cuando el hombre comience a transitar el Sendero Espiritual, esforzándose en vivir una vida pura y limpia, entonces comienza el Cristo Interno a despertar, a medida que va recibiendo alimento espiritual. 

En este largo proceso de nutrición espiritual, el cual puede durar varias vidas, El Cristo Interno va desarrollando en nosotros los poderes latentes de cada cuerpo a su cargo. Paralelamente, se van desarrollando los dos éteres superiores, el Luminoso y el Reflector, los que al amalgamarse forman el Cuerpo del Alma, el radiante vestido de Boda. 

De esta manera, el Cristo Interno despierta su poder en nosotros, equipándonos con dos vehículos, cuya posesión nos convierte en ciudadanos de dos mundos: el físico y el de deseos. 

Es decir, nos hace capaces de funcionar con plena consciencia en ambos mundos. Recuerde que la mayoría de los hombres sólo están conscientes del mundo físico en lo que concierne a los deseos egoístas. 

Sir Laufal, en la búsqueda del Santo Grial en tierras lejanas, lo encontró al final de sus días en la puerta de su Castillo, cuando su alma estaba alejada de las cosas materiales, pero sí había desarrollado mediante el sacrificio de sí mismo, el Cristo Interno, cuya voz escuchó: 

“Mira soy Yo. 

En muchas tierras gastaste tu vida sin provecho, 

buscando el Santo Grial. 

Mira aquí está: 

Esta corteza de pan que me has dado, es mi cuerpo, 

y esta taza que has llenado del arroyo, 

es la sangre que por tí derramé en el madero”. 


En la interpretación esotérica: Sir Laufal se encontró cara a cara con su Cristo Interno, al cual había estado alimentando la última parte de su vida, participando de las necesidades de los demás, dándose a sí mismo. 

Nos dice Max Heindel, que si leemos la Biblia con el corazón y no con la mente, la Fraternidad Universal sería realizada ahora mismo. 

El corazón es el foco del amor altruista, en el cual tiene su asiento el segundo aspecto del Triple Espíritu, el Espíritu de vida. 

En el corazón se encuentra el átomo simiente de nuestro cuerpo denso, llamado el libro de la vida, en donde están grabadas todas nuestras acciones conscientes o inconscientes

Para que podamos “leer con el corazón”, es importante despertar el Cristo Interno en nosotros. 

Esta “visión” es ocultada por el yo inferior (personalidad) que hemos estado alimentando a través de nuestras vidas. Pero cuando por nuestro sacrificio y dedicación a nuestro gran Ideal, hacemos estremecer nuestros poderes latentes, notaremos que el yo inferior no tiene fuerzas para nublar nuestra visión. 

Entonces nos asombráremos de encontrar tantos tesoros escondidos, que seremos como el hombre que va por un camino, y a cada recodo se encuentra una pepita de oro. 

Entonces no nos será necesario devorar cantidades de libros buscando la verdad, por que la encontraremos en nuestras propias narices. 

Cuando el Cristo Interno se encuentra en proceso de realización, puede emitir señales, las cuales podemos captar, si somos suficientemente sensitivos. 

Por ejemplo, cuando somos tentados a caer en actividades que pueden afectarnos espiritualmente, esta voz puede ser percibida como un aura de calor que abrasa nuestro propio corazón. 

Esta reacción física, producto de una reacción espiritual, es como un grito del Cristo Interno, el cual llega a sentirse cuando queremos decir o decimos algo injurioso contra alguien que a todas luces, no merece el trato que pretendemos darle. 

Pero en todo caso, es necesario que la persona esté muy agitada o encolerizada. Esta voz del Cristo Interno puede llegar a convertirse en algo así como un “radar” que nos dice lo que suena verdadero o falso. 

Desde luego, que cuando el hecho ya está consumado, sólo queda el fuego del remordimiento que nos quema el corazón. 

Pero aún en este caso, la memoria de la reacción física hace que tengamos más precaución la próxima vez. 

Este fuego del remordimiento, es el mismo que durante la Retrospección borra la impresión que han estampado nuestras malas acciones en el átomo simiente del corazón, aumentando su intensidad, a medida que ganamos en espiritualidad. 

También nuestro Cristo Interno se regocija grandemente cuando hemos realizado una acción de servicio, dándonos a nosotros mismos, y por la gratitud que sentimos por lo que otros han hecho por nosotros. En este caso, el efecto es sentido como un grato aroma que brota de nuestro corazón. 

Como hemos podido apreciar, los lamentos de tristeza o regocijo de alegría o gratitud, pueden ser percibidos en nuestro propio corazón. 

Esto no debemos confundirlo con oír voces con los oídos físicos, lo cual puede provenir de entidades negativas del Mundo del Deseo, lo que debe ser rechazado categóricamente por nosotros. 

Como aspirantes espirituales, hemos estado elaborando el despertar del Cristo Interno a través de nuestras vidas pasadas, en mayor o menor grado, de acuerdo a nuestra aplicación. Así, en la medida de nuestro esfuerzo en la presente vida, dependerá el despertar del Cristo Interno en esta vida o en otras. 

No existe ningún proceso rápido en la naturaleza, y nosotros no somos ninguna excepción. 

Nuestra incapacidad para apreciar nuestro grado de progreso espiritual, se debe principalmente, a que la falta de persistencia ha alterado nuestro estado de consciencia. 

Antes de haber tenido contacto con el Maestro, Max Heindel ya era un clarividente, aunque no siempre esta clarividencia estaba bajo su control, según él mismo nos relata en su encuentro con el Maestro, en su libro Enseñanzas de un Iniciado, página 118.

Lógicamente, entendemos que Max Heindel había estado desarrollando su Cristo Interno y con ello su clarividencia durante varias vidas, en la última de las cuales había sido sacerdote católico en Francia, en la centuria del 1600 al 1700. 

Nos dice Max Heindel que los evangelios (que son fórmulas de Iniciación) comienzan con el relato de la inmaculada Concepción y termina con la crucifixión; ideas maravillosas a las que llegaremos algún día, pues somos Cristos en formación tendremos que pasar por el nacimiento místico y la mística muerte. Leemos en la Biblia, en San Mateo 18:1-4: 

En aquel momento se acercaron a Jesús los discípulos y le dijeron: 

¿Quién es pues el mayor en el Reino de los Cielos?”. 

El llamó a un niño y le puso en medio de ellos y dijo: “Yo os aseguro, si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el reino de los Cielos. 

Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ese es el mayor en el Reino de los Cielos”. Cristo, al poner un niño de ejemplo, nos quiere indicar la condición requerida para uno que ha desarrollado el Cristo Interno, el Cristo Niño, por medio de una vida de pureza y de servicio. 

Para entrar en el reino de los cielos, es decir, lograr el estado de conciencia apropiado para desarrollar el Cristo Interno, es necesario hacerse como niño pequeño, pero un niño sabio. 

Por eso también nos dijo Cristo, que fuéramos mansos como las palomas y sabios como las serpientes. 

“Quién se haga pequeño como este niño será el mayor en el Reino de los Cielos”. 

Recordemos que el Cielo está dentro de nosotros. Habiendo extraído la esencia de los tres cuerpos, la triple alma, durante el proceso de desarrollo del Cristo Interno, el aspirante conquista el Reino de los Cielos (templo del Espíritu), y se convierte en el mayor en él, pero a la vez se hace pequeño como un niño, al hacerse también el sirviente de todos. 

Las aseveraciones de los párrafos precedentes, quedan corroboradas con las palabras del Cristo, cuando le fueron presentados unos niños; y El dijo a sus Discípulos: 

“Dejad que los niños vengan a mi, y no se lo impidáis, 

porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos”. 

(S.Mateo 19:13-15).

“Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí recibe. 

Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más vale que le cuelguen al cuello una piedra de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo de la mar”. ¡Ay del mundo por los escándalos! 

Es forzoso ciertamente que vengan escándalos, pero ¡ay de aquel hombre por quien el escándalo viene”. 

(S.Mateo 18:5-7). 

No es lo mismo escandalizar a una persona común y corriente, que no tiene ningún sentido de la vida espiritual, que escandalizar a uno que está despertando o ha despertado el Cristo Interno. 

La palabra escandalizar, es usada para significar el hecho de querer destruir un núcleo o levadura espiritual, ya sea individual o colectivo, en cualquier grado de desarrollo que se encuentre. 

No es un secreto cómo se protege de estorbos físicos o Suprafísicos al sincero aspirante espiritual, principalmente cuando está realizando sus servicios devocionales; o cómo se protege a una congregación en sus actividades espirituales, salvo casos en que se ha aguijoneado la ley de causa y efecto, individual o colectivamente. 

“Cuando el niño Jesús fue perseguido por Herodes con criminales intentos, su seguridad se basó en la huida, y así se preservó su vida y su poder para desarrollarse y cumplir su Misión. 

Similarmente, cuando Cristo nace dentro del aspirante, puede preservar mejor su vida espiritual, huyendo del ambiente de los degenerados, buscando un sitio entre los ideales semejantes, siempre que se tenga libertad para hacerlo”. (M.H.) 

Si deseamos acelerar el despertar del Cristo Interno en nosotros, debemos con persistencia, nutrirle con pensamientos de pureza y servicio desinteresado a nuestros hermanos. 

De esta manera, nuestros diferentes vehículos comienzan a brillar con el oro espiritual que atrae infaliblemente la atención del Maestro, capacitándonos así para servir en una esfera más elevada, en donde realmente “caminaremos en la luz”, una luz que, lamentablemente, no ve la mayoría, al menos por ahora.


Diomedes Aquino

Grupo de Estudios de

la Fraternidad Rosacruz 

República Dominicana


Compartido amorosamente por


El Centro de Estudios de la Sabiduría Occidental México