La Elevación de la Conciencia Como Forma de Curación
Susana Cascais
A pesar de los notables avances tecnológicos de la civilización, se ignoran, en general, las causas más íntimas de los males que afligen al ser humano.
Unos luchan solo contra la enfermedad física; otros buscan comprender lo que ella significa y promueven, en sí mismos y en los demás, las transformaciones requeridas para que la armonía se restablezca.
El ser humano es un pequeño mundo dentro de otro mayor —un microcosmos dentro de un macrocosmos.
Las leyes que rigen los planetas y el cosmos rigen también los órganos, los tejidos y las células del cuerpo.
Aquel que es capaz de usar estas leyes de la armonía en sí propio también las puede identificar fuera de sí, al actuar en el mundo y en todos los seres —e incluso colaborar para que sean utilizadas por otras personas, con plenitud.
Hay un principio inmaterial que anima al ser humano: podemos llamarle "Fuerza Universal".
El cuerpo no sería capaz de moverse, ni siquiera de formarse, si no recibiera el impulso constante de esta Fuerza.
Es ella la que mantiene las cosas en orden, establece la función de cada forma y la mantiene, la que da las proporciones de cada ser, ya sea humano, animal, vegetal o mineral.
Cuando el ser humano ignora los ritmos de esta Fuerza, ella deja de fluir normalmente en su cuerpo.
De hecho, esta fuerza recorre el cuerpo físico siguiendo caminos que recuerdan una red sutil y así vitaliza el cuerpo. Esta fuerza es uno de los componentes clave en el equilibrio y en la salud.
La cura de muchas enfermedades —o desarmonías— es más fácil si se conocen las leyes de que depende la salud.
Es importante señalar que los pensamientos también interfieren en la manera en que la energía vital fluye por el organismo y, por lo tanto, en el cuerpo vital (o etéreo) e incluso en el propio funcionamiento del organismo.
Hasta los malos pensamientos, en cierto momento, causan disfunciones en algún órgano. Es un hecho que se puede constatar muchas veces: la naturaleza de los pensamientos y la naturaleza del disturbio son correspondientes.
Por ejemplo: el miedo retarda la digestión o, por el contrario, acelera el peristaltismo del intestino; la ira (furia u odio) ataca el hígado y la lascivia conduce a inflamaciones e infecciones genitales; los celos hacen producir bilis en exceso y un shock causado por malas noticias puede volver los cabellos blancos.
El cuerpo etéreo (o vital) interconecta el cuerpo físico con los otros cuerpos que son más sutiles: el cuerpo de deseos y el cuerpo mental. Este cuerpo vital (que es el aura más visible), es, por excelencia, el vehículo del espíritu para transmitir energía e impulsar la evolución.
Por otro lado, el cuerpo vital recibe las emanaciones del ambiente, de la vida colectiva y de la vida universal; es el medio de integración en el todo del que es parte.
Cuando el cuerpo vital está en armonía y con sus vías de circulación despejadas, se puede alcanzar el equilibrio y la salud con mayor facilidad.
La cura se alcanza cuando la voluntad humana, de la persona, se integra en la voluntad que es la razón fundamental de su existencia: la voluntad divina. Cuando estas dos voluntades —la humana y la divina— se unen, cesa el dualismo, se restablece la armonía en el cuerpo y se dice que la cura sucede. Podemos decir, entonces, que la cura está relacionada con la elevación de la conciencia.
Sin embargo, unos pueden haber logrado restablecer la armonía interior sin manifestarla en el cuerpo físico; podrán continuar enfermos por algún tiempo más, o incluso durante la presente encarnación.
Otros, pueden presentarse temporalmente saludables sin que, en verdad, esto sea cierto, teniendo en cuenta su desarmonía interior.
Es decir: la "cura", que depende de la armonía interior, y la "salud física", no siempre coinciden.
Los procedimientos terapéuticos deben ser utilizados de acuerdo con las más profundas necesidades de la persona a tratar y, al mismo tiempo, con su propio nivel de conciencia.
Además, es bueno recordar, todos los momentos de la vida forman parte del tratamiento y son oportunidades para la renovación.
El curador común es un transmisor de energía.
Algunos curadores trabajan con la energía emocional.
Los curadores mentales son más raros; alterando las energías de los diferentes cuerpos de la persona, producen una síntesis de las fuerzas de la personalidad.
La personalidad humana existe y trabaja, en general, con base en el atrito, en la fricción.
Esto implica, inevitablemente, desgastes y choques continuos entre fuerzas de contracción y de expansión, que ora aglutinan energías, incluyendo sustancias y objetos, ora las disipan.
Esta oscilación crea en las personas que se identifican más con la vida externa o material un estado de incertidumbre e inseguridad; se fijan en la prevalencia de lo que es efímero y pasajero, de lo que está fundamentado por las leyes materiales y en la química común.
Cuando la conciencia es atraída hacia otros patrones, elevados, pasa a contactar energías más sutiles, dando condiciones para que lo oculto actúe en los niveles materiales del ser.
Estas energías, internas, están asociadas a los misterios del espíritu y actúan de acuerdo con el destino por él elegido. Obedecen, sobre todo, a las leyes evolutivas, leyes de similaridad vibratoria.
Por todo esto, su influencia en la cura es acentuada cuando la persona está apta para acoger la armonía y la paz y para dejarse tocar por el mundo espiritual.
Un día, la humanidad sabrá que la acción de la Fuente Interna es capaz de generar cualquier transformación, ya sea una cura física o psicológica, o un impulso para el desarrollo.
Los seres humanos no están acostumbrados a confiar en lo que les fue dado en el origen y en lo que traen, vida tras vida, dentro de sí mismos.
Mientras tanto, tal situación ya no es permanente y este poder, invisible, comienza a ser revelado a los que descubren su propia capacidad latente, interior e infinita.
Traducido de un Tema de la Fraternidad Rosacruz del Portugalen Amoroso Servicio por la Fraternidad Rosacruz de Mexico.