AMOR

Y

SIMPATIA


EL UNICO REMEDIO PARA LOS MALES DEL MUNDO



CENTRO DE ESTUDIOS DE

LA SABIDURIA OCCIDENTAL MEXICO

"Amor y Simpatía":

el único remedio para los males del mundo.


"Vivimos un momento crítico en la historia de la humanidad"; “La decisión hay que tomarla”, “¿hacia dónde?”, “Estamos en una encrucijada”; etc. etc., las diversas escuelas filosóficas, y las diversas iglesias nos lo dicen desde todos los lados.


Creemos que Max Heindel, el mensajero de las Enseñanzas Rosacruces, nos da el consejo más sabio: amor y simpatía. Quienes desarrollen y cultiven al máximo estos sentimientos ayudarán a equilibrar el mundo, porque estarán fortaleciendo una cadena de fuerzas positivas, la única armadura para protegerlos, y a quienes comparten, de las fuerzas negativas de la discordia y la ferocidad.


Quien cultiva la simpatía en su corazón y desarrolla la capacidad de amar, está ayudando a equilibrar el mundo. Quien dinamiza la capacidad de amar, tiene un encuentro con la verdad.

La única verdadera felicidad en este mundo proviene del amor.


Pero de amor dinamizado, partiendo de un amor personal, particular, hasta alcanzar las proporciones totales de un amor universal generalizado a todos y a todo lo que nos rodea. Así, quien tenga la felicidad de tener hijos, una familia numerosa, debe ser consciente de la agradecida oportunidad que se le brinda para poder desarrollar y perfeccionar su capacidad de amar, apoyar, aclarar, sacrificar, ser útil, con quienes más se encuentran, lo que debiera facilitarle la tarea.


¡Y cuántos sacrificios se requieren a veces para criar a un hijo, apoyar a los padres, hermanos, parientes o amigos, ayudarlos en una enfermedad, en una dura prueba de la vida! Actuando sin exclusividad ni egoísmo, encontrarás que serán círculos y círculos de amor los que se multiplicarán geométricamente.


Recordemos una frase de Max Heindel que constituye una advertencia sensata: “no todos podemos ser grandes luces para el mundo, pero que cada uno sea la pequeña luz que brilla en el lugar donde se colocó”.


Hubo momentos en que los anhelos espirituales nos llevaron a una cierta ansiedad en el deseo de intentar realizar obras altruistas, de ayuda y asistencia. Y cuando corrimos de aquí para allá en busca de un campo de acción, siempre faltaron las oportunidades, incluso la inutilidad, a veces, de esos esfuerzos que nos llevarán de aquí para allá.


En una palabra, las puertas no se abrieron, aunque el esfuerzo realizado para ser útil en cualquier forma es válido. Parece que la vida misma se encarga de recordarnos el viejo dicho: hay que empezar la caridad bien ordenada en casa.


Contentémonos con ser “la lucecita que brilla en el lugar donde fue colocada”. Sin duda es la familia que construimos, es el lugar donde fuimos colocados.


Y pensar que estamos ayudando a construir centros de paz y amor por el mundo dando asistencia y dedicación a nuestros hogares y a nuestros hijos, familiares o amigos, donde el amor, la bondad, el equilibrio, sedimentar día a día.


Esto nos trae una inmensa paz y felicidad. Estaremos colaborando en la construcción de fuentes de luz que irradiarán al mundo.


Para ello, debemos tratar de tomar conciencia de nosotros mismos, de nuestra realidad interna sin cubrirla con falsos velos, siendo auténticos, analizando sus defectos y cualidades, conquistando el autocontrol necesario a través de la fuerza de voluntad para aspirar a corregir defectos y fortalecer cualidades, mejorar cada vez más para desarrollar los dones que potencialmente todos tenemos.


El valor de este logro está en el anhelo y el esfuerzo que incansablemente ponemos en él. Gandhi, el pacífico y amable apologista de la resistencia pasiva, con quien logró muchas mejoras para su pueblo, dijo que no encontraba ningún valor en esta cualidad suya que acababa de nacer con él, no era un logro de su aspiración o esfuerzo.


Esto puede parecer un anhelo exagerado de perfección, pero lo que revela es una hermosa humildad. Hay otra cualidad tan necesaria para quienes quieren vivir una vida superior, una vida de amor.


En la “Imitación de Cristo” se nos recuerda: y debido a que los seres humanos aspiraban en su vanidad a un estado más elevado que aquel en el que Dios los quería, rápidamente perdieron su gracia. Por la falta de humildad, cuántos seres humanos dignos se extravían por los caminos de la vida, perdiendo así maravillosas oportunidades de ser útiles a sí mismos y a sus semejantes.


En la reforma del carácter, en la búsqueda de la superación, es fundamental conquistar la humildad necesaria para reconocer tus errores y equivocaciones y tratar de corregirlos, buscando anheladamente someter al Yo Inferior y sea guiado por nuestro mas elevado YO.


El autocontrol y el equilibrio son algunos de los mayores logros que el ser humano debe perseguir, sin los cuales no podrá expandir sus valores íntimos.


Se observa en la vida que, en el medio, hay equilibrio, excepto en el amor, donde no hay peligros de extremos: cuanto más grande más equilibra.


El verdadero amor no fanatiza porque ya no se aferra a verdades temporales, maestros, escuelas o iglesias. No te interesan los nombres, sino el AMOR CRISTIANO y sabrás respetar la visión y grado de evolución de cualquiera. Nos hará sentir la Verdad, que es una, en todos los lugares en todas las religiones, en todas las filosofías: bondad, justicia, lealtad, abnegación, sinceridad, que forma los personajes integrales.


El amor universal adquiere todas las características del amor de padres, hijos, cónyuges y amigos: es lo que nos dice San Pablo en la Biblia “todo cree, todo espera, todo perdura, nunca falla”.


Cuando se alcanza este grado de amor, pueden ocurrir desgracias, los seres humanos pueden traernos las mayores desilusiones y dolores, que un corazón infestado de rencores y resentimientos se mantendrá sereno.


El amor construye; el odio destruye. San Agustín, en sus famosas "Confesiones", perfila en una frase, la síntesis de lo que es el desamor: "como si hubiera un enemigo mayor del ser humano que el mismo odio que tiene en su corazón".


Lo que importa, lo que realmente importa para la evolución, el equilibrio y la felicidad de los seres humanos, es lo que piensan y sienten, no lo que otros piensan o sienten sobre ellos. La felicidad viene de adentro hacia afuera, del AMOR que está en los corazones.


Quienes lo tengan, al ser blanco en el mundo de las injusticias, ingratitud, heridas, agresiones o abandonos, podrán sentir en su corazón a pesar de que el dolor incontenible de los errores que han sufrido - un inmenso dolor por los errores que otros han cometido. haciendo, provocándose sufrimientos inevitables, conscientes de que el verdadero mal está en quienes los practican.


Poniendo en orden sus pensamientos y sentimientos, proyectando a quienes lo rodean, simpatía y el deseo de ser útil, justo y correcto, el ser humano encuentra la paz que lo equilibrará en este mundo convulso.


No serán las grandes obras, las grandes hazañas, las grandes conquistas materiales las que te traerán, sino los pequeños gestos de bondad, los pensamientos puros de tolerancia y comprensión hacia los defectos y la grandeza de los demás, la voluntad constante de ayudar en algunos. camino, con trabajo, compañía, palabras amables de aliento y alegría.


Grandes pensadores, grandes inteligencias que nos legaron casi siempre como resultado de sus íntimos anhelos y sufrimientos, obras famosas, como Schopenhauer, Kierkegaard, Kafka, que tienen una visión aguda y clara de muchos problemas del alma humana, no han encontrado la paz y equilibrio.


Caminaron cerca de la Verdad y no la tocaron, porque no encontraron el Amor que los liberaría de la angustia.


El amor es como un foco de luz, en cuanto lo buscamos todo ilumina y calienta. “Quien vive en el amor, vive en Dios, y Dios en él”: esta afirmación de san Pablo nos da la verdadera dimensión del amor.


Es una llave de la puerta a la paz, una llave universal, ya que sirve a los creyentes o ateos, católicos o judíos, protestantes o budistas. Dios o como queramos llamarlo, ese algo desconocido del que emanamos, que creó todo, nos dicta claramente, a través de la conciencia, que tener paz y armonía en este mundo solo viviendo en el bien y el amor.


Y sólo cuando hay amor cristiano en sus corazones los hombres tendrán paz y armonía, cuando, aunque ignoren a Cristo, sientan despertar en sus corazones los atributos que lo caracterizan: la doctrina del amor a los demás, la única que puede unificar a los seres humanos.


Durante mucho tiempo no encontré la manera de rezar o pedir algo para mis hijos, seguro de que cada uno tiene su propio camino (que no sabemos) a seguir, su cosecha de lo que siembra. Pero un día encontré la fórmula mágica.


Involucrándolos en el amor, elevo mi pensamiento a las fuerzas superiores que gobiernan el mundo en un intenso anhelo de que permanezcan siempre de por vida en el camino del Bien y del Amor. Al no apartarse de estos principios, estarán protegidos, ciertamente serán útiles y felices. Ninguna prueba los derribará en la vida.


Dar amor es como sembrar hermosas flores, que con el tiempo florecerán y florecerán y nos encantarán.


Cuando escuché de una de mis hijas que unas palabras escritas por mí en su álbum juvenil la habían hecho llorar de emoción, cuando un hijo me dice que esta o aquella frase o actitud mía lo había conmovido hasta las lágrimas, hace 20 años, en silencio, me conmueve profundamente ahora, cuando veo la sensibilidad de sus corazones, la receptividad al amor y cariño que les di.


Es el amor el que nos permite construir amistades sólidas que nos enriquecen y reconfortan. Es en el intercambio de ideas, conocimientos, dedicación, sacrificios, alegrías y sufrimientos que ponemos en acción nuestros valores íntimos, descristalizándolos, adaptándonos a nuevas experiencias y renovaciones.


Tratar de desentrañar los misterios de nuestro origen, de dónde venimos, hacia dónde vamos, para qué vivimos, a través de los múltiples caminos de la espiritualidad, es cautivador y útil. Pero la observación de los seres humanos nos muestra que la búsqueda principal y básica debe ser la del conocimiento íntimo y el adecuado equilibrio, la formación de un carácter integral sin el cual todo conocimiento puede volverse absolutamente inútil.


Hay personas que, después de pasar largos años conectados, integrados, en una Iglesia o Escuela, caen en los mismos errores y equivocaciones de los seres humanos comunes que nunca han estado vinculados a ningún camino espiritual --porque carecieron de la reforma básica que los haría personajes completos. No tuvieron el coraje de mirar hacia adentro, de enfrentar sus propios defectos. Durante años se han engañado a sí mismos y a los demás.

¿Qué valor tiene un conocimiento profundo de las filosofías - y todas predican el amor, la bondad, la justicia - si en la vida no sabes actuar de forma equilibrada, dominando tus pensamientos, sentimientos y acciones, con amor, bondad y justicia?


"¿De qué sirve una filosofía o una religión que no nos hace mejores seres humanos, mejores maridos y padres?" ¡Esta es en realidad una pregunta de Max Heindel para reflexionar!


Por otro lado, todo aquel que no haya estudiado filosofía ni religiones, pero tenga el don de saber amar, podrá contemplar con serenidad los errores y equivocaciones, las injusticias y los fracasos que imperan en todo el mundo, con amor, bondad y tolerancia.


Vivir es un arte. Ya que no sabemos por qué, por qué, se nos dio la vida, tratemos de darle sentido, hacerla útil, viviendo en una actitud desinteresada en busca de meras satisfacciones personales, ¡lo que, de hecho, genera insatisfacción al fin y al cabo! - pero centrado en el interés de quienes nos rodean. ¡Muchos borrarían sus ansiedades internas si, debido a una actividad de interés para los demás, dejaran de concentrarse en las suyas!


La frase bíblica “vivir en el mundo sin pertenecer al mundo” es un desafío para el aspirante a una vida equilibrada. De hecho, hay que participar activamente de la vida material que nos rodea en este mundo en el que vivimos, tan lleno de belleza. Pero, cuando vemos que hay otro mundo en nosotros, el mundo espiritual, cuyos valores son mucho más importantes que los del mundo exterior, tan falibles, tan perecederos.


Participando equitativamente en todas las actividades posibles de la vida, sin excesos ni exageraciones, se cosecha la experiencia necesaria a través de la cual la vida del espíritu se manifestará mejor.


Entonces llegaremos a amar el mundo sin aferrarnos a él, sintiendo que hay otro mundo dentro de nosotros, uno que nos permite amar mejor lo externo, porque nos deja libres de apegos, prejuicios, ilusiones.


Debemos participar activamente en el mundo en que vivimos, y podemos hacerlo con intensidad y alegría si, aprendiendo a dominar los sentimientos, sabemos actuar de manera equilibrada. La reina madre de Inglaterra mostró mucho sentido común y conocimiento del valor de la vida cuando, rechazando el retrato que le había hecho un pintor, dijo: es muy bonito pero se diría que pasé la vida sin haber participó en ella!


La vida espiritual no tiene por qué estar aislada del mundo.


Cuando la conciencia espiritual despierta en el ser humano, debe reflejarse en la integridad de carácter, en su comportamiento externo, en la forma en que actúa y participa en el mundo. Creo que esta actitud externa de participación activa y equilibrada será la que más estimule y desarrolle la parte espiritual de la humanidad.


Habrá así un movimiento de dos fuerzas activas que se fortalecen y equilibran, demostrando una a la otra.


El mundo está lleno de injusticias, egoísmos, vanidades, ferocidad, mil aspectos que nos entristecen. Pero teniendo cuidado de no participar de estos hechos negativos, más bien cultivando el Bien y el Amor al máximo, además de formar una corriente positiva que ayudará a equilibrar el mundo, podremos disfrutar de las cosas bellas que nos rodean.


Quien tiene cierta sensibilidad y cultiva las cualidades superiores del carácter, siente que las corrientes constructivas y destructivas del bien y del mal corren por el mundo. Distingue fácilmente dónde se expresa un mensaje de amor y dónde solo hay especulación intelectual, a menudo camuflando el egoísmo y la vanidad.


Después de todo, para vivir en paz y con alegría en el corazón, no es imprescindible penetrar en especulaciones metafísicas y religiosas, y siempre en el infinito de nuestras especulaciones habrá interrogantes. Dejemos eso para después de haber aprendido a dar amor y simpatía, la base de las mayores alegrías, comodidades espirituales y materiales, y la forma más fácil de acercarnos a la Verdad.


A lo largo de los años, a lo largo de la vida, surgen momentos notables de gran alegría íntima o de profundo dolor, debido a los acontecimientos de la vida: la lectura de un autor cuyo pensamiento ilumina el nuestro, un gesto de amistad, un acto de bondad, un bello espectáculo de la naturaleza o creado por seres humanos: su maldad, los horrores de las guerras, las enfermedades etc. etc.


Son momentos de emoción que nos hacen detenernos en el camino hacia la conciencia. Se ha añadido algo nuevo a nuestra experiencia, enriqueciendo nuestras vidas. Y estas sucesivas conciencias van formando, por así decirlo, pasos que van trazando nuestro camino. Si es el camino del Bien y del Amor, llegaremos a una plataforma estable donde podamos asentarnos con tranquilidad, desde donde tendremos una visión más amplia, una nueva dimensión del mundo que nos rodea.


Esta plataforma es el logro de cada uno. Es el trabajo y esfuerzo de cada uno. No puedes enseñar a otros a tener fe en algo superior, como tampoco puedes darles a otros la clave de tu camino. Cada uno recoge de aquí y de allá, de las más variadas fuentes, las piedras y cantos rodados con los que formará su camino, que lo llevarán o no a la plataforma de la paz. Pero es necesario tener la aspiración de construir el camino.


Las claves más útiles que se le puede dar a otro son el Amor y la Simpatía.


(Publicado en Revista 'Servicio Rosacruz' - 10/75)


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