CAPITULO VIII
PARTICIPACIÓN FUNCIONAL DE LAS LUNAS*
del libro "Los Rosacruces" de Antonio Justel
Quedó señalado más arriba que era Jehová con sus ángeles, y también arcángeles, quien dirigía el gobierno de todas las lunas del sistema.
El destino o lugar de residencia perentorio de los rezagados de cada planeta son sus lunas.
En ellas, por tanto, impera la ley, pues Jehová es el Señor de la Ley, así como lo es de la fecundación y de todo lo tocante a las formas y lo referente a las religiones dadas por él, al igual que las distintas lenguas.
Y es por medio sacrificio y esfuerzo en el riguroso cumplimiento de las leyes establecidas a los lunáticos seres evolucionantes, que éstos, presuntamente, podrán progresar lo suficiente en su iluminación espiritual y regresar al planeta-madre para continuar de manera ordinaria la evolución perdida.
En otro caso, estos Egos, irremediablemente perdidos debido a la disolución de sus vehículos (segunda muerte) serán expelidos hacia Urano, puerta de salida hacia el espacio interplanetario, donde deberán esperar una oleada nueva de vida con la cual poder continuar evolucionando.
Una vez que un módulo lunar ha quedado deshabitado por completo, la fuerza de atracción ejercida por el planeta-madre comienza a disminuir, por lo que su órbita se ensancha progresivamente hasta ser expelido fuera del ámbito del sistema solar para, en un segundo paso, desintegrarse en el espacio interestelar y ser disuelto en el Caos.
Las leyes jehovísticas son, sin duda, leyes de rigor, duras y difíciles de cumplir, por lo que con ellas son prescritos dolores y consiguientes sufrimientos para sus transgresores, ya que, desde el primer momento de su implementación han supuesto y suponen un enfrentamiento entre el temor de Dios y los deseos de la carne del hombre.
Así se instauró el "pecado" en el mundo.
Recordemos, como acontecimiento fundamental en el decurso humano, que fue en la Época Lemúrica, en sus comienzos, cuando la luna fue arrojada al espacio procedente de este planeta madre, la Tierra.
¿Por qué? La necesidad devino del grado de cristalización en que habían incurrido los rezagados durante el período Terrestre, hasta tal punto, que se hizo necesario "sacarlos" al espacio exterior a fin de que el conjunto total que habitaba la Tierra no cristalizase de igual forma y, en consecuencia, pudiese la inmensa mayoría de la Humanidad proseguir el camino evolutivo.
Preguntémonos más aún: ¿quiénes son los rezagados, ¿quiénes los transgresores y qué les espera?
Ello dio comienzo en el denominado "Jardín del Edén", cuando los seres humanos de entonces presentaban una conformación – física y espiritual - muy distinta a la de los actuales. "Jardín del Edén" hace alusión a cuando el hombre tenía una conciencia ampliamente vívida en los mundos invisibles, en los cuales compartía aún la visión celeste de las Jerarquías Creadoras y la certidumbre de que era hijo de Dios y, por contra, apenas disponía de percepción alguna del mundo material en que en realidad vivía y se desarrollaba, motivo por el que, una vez que le sobrevenía la muerte, tenía lugar en él una solución de continuidad de conciencia puesto que, ante el hecho de reemplazar un cuerpo físico por otro, ni siquiera podía percibir los cambios a que había lugar; era el tiempo en el que teniendo en cuenta líneas interplanetarias propicias – fundamentalmente las del Sol y la Luna – el incipiente ser humano, y una vez al año, era guiado en masa por los ángeles hacia la parte oscura de la luna, donde en lugares sagrados, a modo de templos, se procedía al apareamiento de forma inocente y prácticamente inconsciente del acto que se llevaba a cabo.
Lo que todavía denominamos como "Luna de miel" no vendría a ser sino reminiscencia de semejantes viajes ancestrales.
Y, asimismo, fue precisamente en este tiempo cuando tuvo lugar la tan llevada y traída "tentación de Eva", hecho éste que sólo a grandes rasgos procuraremos dejar ahora delineado aquí: los Ángeles Caídos eran - y algunos aún lo son - rezagados dentro de su correspondiente oleada de vida.
Estos ángeles, junto a su jefe, Lucifer, - espiritualmente el más elevado ángel después del mismo Jehová - tras haber sido derrotados previamente en la guerra de los cielos por Miguel y sus huestes, habían sido apartados y recluidos en Marte, con pérdida de los beneficios propios de la evolución que en su orden normal les hubiera correspondido.
Por tanto, en dicho momento, estos ángeles caídos se encontraron en un status de extrema dificultad para poder seguir evolucionando: por un lado, no podían seguir a sus compañeros auténticos; pero, por otro, al no se hombres, puesto que en su etapa evolutiva nunca habían llegado a descender a nuestro plano de densidad material y por tanto lo desconocían; se hallaban en consecuencia a medio camino entre el hombre – si bien muchísimo más avanzados – y sus propios excompañeros.
De ahí que, y como medio de adquirir experiencias que les permitieran evolucionar a sí mismos y eludir semejante estado de postración, recurrieran a penetrar en el canal serpentino de la mujer, canal espinal o columna vertebral – de ahí la visión que la mujer tuvo de ellos, en forma de serpiente – y acceder a su conciencia, a través de la cual se propusieron hablarle en definitiva.
"¿ No sabéis – dijeron a la mujer - que si queréis podéis ser inmortales como Dios, porque, aunque comáis del fruto prohibido no moriréis porque podréis
construir nuevos cuerpos?"
Con lo que con su advertencia comunicaron al hombre la posibilidad de darse cuerpos físicos a sí mismos a fin de ir tomándolos sucesivamente cuando perdiera el antiguo, que por cierto ocurría muy a menudo y con extrema facilidad.
El resultado fue que la norma impuesta por Jehová, consistente en que podían "comer" del fruto de todos los árboles del Paraíso a excepción del denominado Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, a partir de entonces fue transgredida no sólo de forma creciente sino multitudinaria, hecho éste que habría de conducir progresiva e irreversiblemente a que el hombre concentrara la conciencia en el mundo material con la consiguiente pérdida, cuando no el olvido total, del contacto directo y la visión celeste de las Jerarquías Creadoras de que había gozado hasta entonces.
Una vez centrada su visión y conciencia en el mundo denso en que nos encontramos, el mundo propiamente material, perdido "su estado de original pureza e inocencia" y llegado que fuera hasta aquí, ello iba a implicar que inevitablemente y por vez primera se encontraría cara a cara con el dolor y la muerte.
¿… y por qué el dolor y la muerte?
Sencillamente porque, dada su ignorancia al efectuar el acto de la generación sin atenerse a las líneas propicias para llevar posteriormente a cabo un parto sin dolor, éste, en su consecuencia, devendría difícil y doloroso, al tiempo que el hecho de la muerte se le habría de presentar como calamidad, cual pérdida inaudita de la que anteriormente no había tenido idea ni constancia alguna.
Por tanto, la solución de continuidad en su conciencia quedaría interrumpida entre una muerte, con la pérdida de su cuerpo, y su nuevo acceso a la vida mediante la siguiente encarnación, retorno que conlleva en sí mismo, efectivamente, la necesaria construcción de un cuerpo nuevo.
Así, pues, la popularmente denominada maldición de Jehová no fue tal en ningún caso para el hombre o hacia el hombre; sus palabras no fueron sino anunciadoras de un estado ciertamente nuevo, sí, pero consistente en haber abierto los ojos físicos y descubrirse desnudos – es decir, su propia constatación anatómica y fisiológica - con la consiguiente inminencia de tener que afrontar, aun de forma dramática, pero precisa, este designio de andar errante por la Tierra, ganarse el pan con sudor y tener que parir los hijos con dificultad y dolor.
En Amoroso Servicio
Centro de Estudios de la Sabiduria Occidental Mexico.