UNA INTERESANTE  ALENTADORA CARTA



FRATERNIDAD ROSACRUZ DE MEXICO

CENTRO DE ESTUDIOS DE LA SABIDURIA OCCIDENTAL MEXICO









UNA INTERESANTE Y ALENTADORA CARTA DE MAX HEINDEL

Este documento, publicado en la revista teosófica “The Theosophist” de abril de 1949, puede significar para todos los seguidores de Max Heindel una inyección ilimitada de esperanza en la posibilidad de avanzar en el Sendero.

Todos sabemos hasta dónde llegó Max Heindel (que se sepa, alcanzó hasta la Cuarta Iniciación Menor) y dónde nos encontramos cada uno de nosotros. 

Y todos podemos vernos retratados en esta carta entrañable escrita en 1904. 

Y hemos de pensar que, si en enero de 1904 Max Heindel estaba en el nivel que expresa en su carta y quince años más tarde, en enero de 1919, había llegado donde sabemos, todos tenemos al alcance de la mano una evolución como la suya si hacemos el mismo esfuerzo que él hizo. Vale la pena que lo meditemos seriamente y que nos esforcemos como él. En buena ley, podríamos decir que, para nosotros “él es el camino”. 

Y que ésta es su última lección. 

La carta, dirigida al conocido teósofo Leadbeater, es la siguiente

-----------------------------------

“Los Ángeles, California, a 15 de enero de 1904

A Mr. G.W. Leadbeater,

Muy Sr. mío:

Antes de que abandone usted California, quisiera darle las gracias por sus conferencias, a todas las cuales he asistido con gran beneficio para mí.

La curiosidad me empujó a escuchar su primera conferencia; su afirmación de que todos los hombres poseemos facultades clarividentes – que yo pensaba me podrían favorecer personalmente – me empujó a asistir a la segunda, con la esperanza de obtener más información sobre cómo desarrollar tan deseado y deseable poder y cuando, en ella, dijo usted que esa facultad no se podía usar con propósitos egoístas, lo desprecié interiormente preguntándome qué podría un hombre hacer de bueno si no era por su propio interés.

Al día siguiente, busqué en la biblioteca algo sobre el “plano astral”, que era el plano en el que yo deseaba encontrar adónde podía ir y, en mi propio beneficio, enterarme de los secretos ajenos. 

Pero no lo logré: el bibliotecario no tenía nada ni para prestar ni para vender. Estaba todo agotado.

Sin embargo, conseguí “El Karma” y “Reencarnación” de la Sra. Besant y, al leerlos, comprendí por qué los poderes ocultos han de emplearse reverentemente como una ayuda a la humanidad y no en beneficio propio. 

Y vi que yo tenía un lugar en ese gran esquema cósmico, y me pareció todo tan real, que no necesité de argumentos. Creí cada palabra que leí, y ello me hizo asistir a su conferencia sobre la Reencarnación en un estado de ánimo muy diferente del que había tenido en las dos primeras.

Desde entonces he estado, literalmente, devorando la Teosofía y la he puesto en práctica en mi vida, interrumpiendo el uso de intoxicantes y de tabaco, aunque no supe hasta el otro día que ese era uno de los preceptos Buddhistas.

Y, peor que eso, me di cuenta de que yo era un sensualista y un mentiroso y que nunca había tenido ni idea de que podía evitarlo ni de que mis pensamientos podían hacer daño a otros ni de que podía desterrarlos; pero, cuando supe que podía controlar mis pensamientos, lo intenté con propósito firme y me alegro de que mis horas de vigilia están casi libres de pensamientos obscenos. 

Si pudiera decir lo mismo de mis horas de sueño, sería realmente feliz; pero no dudo de que, con un esfuerzo persistente, los habré pronto aniquilado, especialmente desde que empecé, hace unos días, a vivir una dieta vegetariana, tras leer sus argumentos en “Vislumbres de ocultismo”.

Espero que mi larga carta no le haya resultado fatigosa pues, por larga que sea, no ha agotado ni la décima parte de todo lo que quisiera decirle, si pudiera encontrar palabras para expresarlo. 

Es maravilloso, y apenas lo puedo creer, que yo, que me tenía por un mero gusano terreno que vivía sólo el hoy y que creía en la muerte eterna, he de vivir por siempre. 

No se extrañe, pues, de que me sienta agradecido e impelido a expresarle mi gratitud a usted, que ha abierto mis ojos al elevado y noble destino que me espera.

Una vez más, gracias y buen viaje.

Atentamente

Max Heindel