LA LEY DE CONSECUENCIA
FRATERNIDAD ROSACRUZ DE MEXICO
CENTRO DE ESTUDIOS DE LA SABIDURIA OCCIDENTAL MEXICO
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LA LEY DE CAUSA Y CONSECUENCIA
Mª Fátima Capela
Introducción
Hay tres leyes básicas que rigen los destinos del Hombre y del Universo: evolución, reencarnación y consecuencia.
La ley de la consecuencia es la reguladora de las otras dos.
Es la ley de causa y consecuencia: "quien siembra vientos cosecha tempestades", es decir, determinadas causas traen determinados resultados.
Las desigualdades de la vida pueden ser explicadas por las leyes del renacimiento y de la consecuencia. Armonizan perfectamente con la concepción de un Dios justo y bueno.
Esas leyes pueden ayudarnos a evolucionar, emancipándonos de las condiciones actuales y a adquirir un grado más evolucionado de desarrollo.
Lo que somos, lo que tenemos, todas las buenas cualidades, son el resultado de las acciones pasadas. Estamos ahora preparando nuestro futuro. En lugar de lamentarnos por la falta de una determinada facultad que nos gustaría tener, debemos trabajar para adquirirla en el futuro.
La ley de causa y consecuencia preside los renacimientos.
Ninguna existencia está aislada. Cada vida es el fruto de todas las vidas que la precedieron, el germen de todas las que le seguirán, en el conjunto total de las vidas de que se compone la existencia continua de la individualidad humana.
No existe ni "casualidad" ni "accidente". Cada acontecimiento está ligado a las causas antecedentes y a los efectos subsecuentes. Pensamientos, acciones, circunstancias, proceden del pasado e influyen en el futuro.
Esta ley explica cómo el hombre puede convertirse en dueño de su destino, ya que este destino se rige por leyes. Así, la inteligencia puede colocar en la mano del hombre el poder de regir su futuro, determinando igualmente su futuro carácter y sus futuras circunstancias.
1. La Ley de Causa y Consecuencia
El conocimiento de la ley de la consecuencia puede parecer conducir a una parálisis donde se encara el destino como una fatalidad; pero, en realidad, se convierte en una fuerza inspiradora, una palanca, con la ayuda de la cual el hombre consigue elevarse y evolucionar.
Lo esencial es que el Hombre genera su propio destino, formando paralelamente sus facultades y limitaciones. Trabajando constantemente, por medio de las facultades por él creadas, y bajo el peso de las limitaciones que a sí mismo se impuso, permanece siempre como un único individuo, dotado del poder de aumentar sus facultades o de disminuirlas, de ampliar sus limitaciones o restringirlas.
Él mismo forjó las cadenas que lo atan; pero puede limarlas o hacerlas caer, o fortalecerlas cada vez más. Somos todos dueños de nuestro futuro, por más obstáculos que encontremos en el presente, fruto del pasado.
La ley de la consecuencia fue inicialmente formalizada por S. Pablo: "No os engañéis; Dios no se deja escarnecer; porque todo lo que el Hombre siembre, eso cosechará" – Epístola a los Gálatas VI, 7.
El Hombre emite continuamente fuerzas en todos los planos en que actúa y estas fuerzas son por sí mismas efectos de su actividad pasada, siendo al mismo tiempo, causas que él pone en acción en cada uno de los mundos que habita.
Producen efectos determinados ya sea sobre el propio Hombre, ya sea sobre los otros. A medida que estas causas, que nacen del Hombre como centro, irradian sobre todo el campo de su actividad, él no deja de ser responsable por los resultados generados por ellas.
Así como un imán posee un campo magnético – espacio en el cual todas las fuerzas entran en acción, grandes o pequeñas, conforme a la propia potencia – así también cada Hombre posee un campo de influencia, donde actúan las fuerzas por él emitidas.
Estas fuerzas se transmiten en líneas curvas, que se vuelven hacia aquel que las emite, alcanzando el centro de donde emanaron.
La ley de causa y efecto opera constantemente, determinando nuestro destino.
La Ley de Causa y Consecuencia
II Parte
2. Las Causas del Destino
En su vida normal, el hombre emite tres tipos de energía, pertenecientes a los tres mundos que habita (se consideraron solo los tres mundos inferiores: Físico, de Deseos y del Pensamiento, donde actualmente tiene lugar la evolución del hombre).
En el Mundo del Pensamiento las energías mentales dan origen a las causas, que podemos llamar pensamientos.
En el Mundo de los Deseos, las energías emocionales, generan causas llamadas deseos.
En el Mundo Físico, las energías físicas son suscitadas por las anteriores y se designan acciones.
Estudiando estas tres clases de energías, podemos establecer la distinción entre sus efectos sobre los otros seres que se encuentran en su esfera de influencia. Cada fuerza actúa en su propio mundo y reacciona en los mundos inferiores proporcionalmente a su intensidad.
Estos tres tipos de energías ejercen sus efectos, por un lado sobre su creador y, por otro lado, sobre todo lo que sufre su influencia.
La primera clase de energía, el pensamiento, es el factor más importante en la creación del "destino humano", porque manifiesta la operación de las energías del Ego en la materia mental, materia cuyas modalidades más sutiles forman el propio vehículo de la individualidad.
Las vibraciones que pueden designarse como pensamientos, consecuencia directa de la actividad pensante del ego, funcionan en su vehículo del Mundo del Pensamiento, o cuerpo mental, dando origen a formas de sustancia mental o imágenes mentales, que modelan y organizan el cuerpo mental del Ego.
Ningún poder de raciocinio, ninguna facultad mental existe, que no haya sido creada por el propio Hombre, con la ayuda de pensamientos pacientemente repetidos. Por otro lado, no hay una sola de las imágenes mentales así creadas que se pierda. Todas contribuyen a la formación de las facultades del ego.
El conjunto de un grupo cualquiera de imágenes mentales sirve para construir una facultad correspondiente, que se desarrolla, cada vez que se crea una imagen mental de la misma naturaleza.
Conociendo esta ley, el Hombre puede gradualmente construir el carácter mental que desee poseer.
Esta facultad se mantiene en el hombre, vida tras vida.
El hombre trae consigo esta facultad cuando renace en el Mundo Físico.
Una gran parte del cerebro de su nuevo cuerpo es organizada de modo que sirva a esta facultad. Todas las facultades adquiridas constituyen su cuerpo de pensamiento, que obtiene un cuerpo físico conformado de modo que proporcione al cuerpo de pensamiento los medios de expresión que necesita en el Mundo Físico.
Así, las imágenes mentales, creadas en una vida, aparecen como tendencias o inclinaciones mentales en las vidas siguientes.
Esta ley pone completamente en nuestra mano la edificación de nuestro carácter mental.
Si lo construimos bien, las ventajas y el bien recaerán sobre nosotros; si lo construimos mal, disgustos caerán sobre nosotros.
El carácter mental es un ejemplo del destino individual, en su acción sobre el individuo que lo creó.
Este individuo actúa por su pensamiento, sobre otros seres, porque las imágenes mentales construidas por su cuerpo de pensamiento, dan origen en el espacio circundante, a vibraciones de la misma índole.
Los pensamientos, teniendo en su composición también materia del Mundo de Deseos, se convierten en formas secundarias, que se separan del ser que las creó, para tener una existencia más o menos independiente, permaneciendo, sin embargo, en conexión con el ser por medio de un lazo magnético.
Entran en contacto con otros individuos, sobre los que actúan, estableciendo lazos de destino entre sí. Influyen, por lo tanto, en gran escala, sobre el futuro medio ambiente del individuo considerado.
Se crean así lazos, que en vidas posteriores, van a atraer al mismo grupo, a ciertas personas, para su bien o para su mal. Son estos lazos los que forman nuestros parentescos, nuestros amigos y enemigos, poniendo en nuestro camino a los que están destinados a ayudarnos o a dificultarnos, a nuestros bienhechores o a los que buscan perjudicarnos.
Por eso hay quien nos tiene amor en esta vida sin que nada hayamos hecho para ello, mientras del mismo modo, otros no gustan de nosotros.
En conclusión, puede decirse que, al mismo tiempo que nuestros pensamientos, actuando sobre nosotros mismos, generan nuestro carácter mental y moral, sirven también para determinar, por su acción sobre los otros, nuestros futuros asociados humanos.
La segunda clase de energías, está destinada a despertar la atracción por objetos del mundo exterior: son nuestros deseos.
Los deseos, actuando sobre aquel que les dio origen, construyen y organizan su cuerpo de deseos.
Son la causa de los sufrimientos del hombre después de la muerte, y determinan la naturaleza de su cuerpo de deseos en la próxima encarnación.
Cuando los deseos son brutales, inmundos y crueles, son causa de enfermedades congénitas, cerebros débiles y enfermizos.
El Ego, cuyo cuerpo de deseos tenga este tipo de deseos, puede quedar retenido mucho tiempo en el Mundo de Deseos y retrasar así su reencarnación y su evolución.
Los deseos, fuerzas de exteriorización que se prenden a los objetos externos, atraen siempre al Hombre hacia un medio donde puedan obtener satisfacción.
El deseo de cosas terrestres prende al Ego al mundo exterior, atrayéndolo al lugar en el que estos objetos ambicionados sean más fáciles de obtener.
Los deseos son una de las causas determinantes del lugar de reencarnación.
Las imágenes creadas por los deseos, ejercen sobre nuestros semejantes una acción análoga a las imágenes de la misma naturaleza, producidas por nuestro pensamiento. Los deseos también nos ligan a los otros seres, por lazos poderosos de amor y odio.
En un Hombre común, los deseos son generalmente más fuertes y más firmes que sus pensamientos.
Representan por eso, un gran papel en la determinación del medio familiar, en las vidas futuras y pueden llevar al Hombre al encuentro de ciertas personas e influencias, sin que pueda sospechar de las relaciones que existen entre sí mismo y ellas.
Por ejemplo: una persona, al emitir un deseo de venganza y odio, puede contribuir a impulsar a otra a cometer un asesinato. El creador de este deseo, estará ligado, por su destino, al autor del crimen, aunque nunca se hayan encontrado en el Mundo Físico.
El mal hecho a este hombre, compeliéndole al crimen, lo rescatará bajo la forma de algún perjuicio, en el que el criminal tendrá su papel importante.
Muchas veces una desgracia fulminante e inesperada, totalmente inmerecida en apariencia, es el efecto de una causa de esa naturaleza.
Nuestros deseos, en su acción sobre nosotros mismos, forman la naturaleza de nuestro cuerpo de deseos e influyen poderosamente sobre el cuerpo físico de nuestra próxima encarnación y representan un papel importante en la determinación de nuestro lugar de nacimiento.
Por nuestra acción sobre otros, concurren a atraer en torno a nosotros, en alguna vida futura, seres humanos con los cuales seremos asociados.
La tercera clase de energías se manifiesta en el Mundo Físico bajo la forma de acciones, produciendo gran parte del destino, por sus efectos sobre el medio circundante, pero afectando poco al hombre interior.
Las acciones son efectos de los pensamientos y de los deseos del pasado, y el destino que ellas representan queda en su mayor parte agotado, a medida que se van produciendo.
Pueden afectar al hombre indirectamente, porque pueden despertar pensamientos nuevos, deseos y emociones más vivos.
Las acciones frecuentemente repetidas, producen en el cuerpo físico un hábito cuyo efecto es el de limitar la expresión del Ego en el mundo exterior.
Pero este hábito no sobrevive al cuerpo y el destino de acción, en cuanto a su efecto sobre el Ego, queda restringido a una única encarnación.
La Ley de Causa y Consecuencia (Continuación)
2. Las Causas del Destino
El ambiente, favorable o desfavorable, en el que venimos al mundo, depende del efecto que nuestras acciones pasadas ejercieron en el medio, llevando a otros a la felicidad o a la miseria.
Los efectos físicos ejercidos sobre otros por nuestros actos físicos se neutralizan en la operación del destino, que nos envolverá en condiciones materiales, buenas o malas, en una futura existencia.
Cada fuerza opera en su propio mundo.
Si un Hombre siembra felicidad para otros en el Mundo Físico, cosechará condiciones conducentes a su propia felicidad en este mundo, y el motivo que presidió su acción no intervendrá en el resultado.
El motivo es una fuerza del Mundo del Pensamiento o del Mundo del Deseo, según proceda de la voluntad o del deseo, y por eso reacciona sobre el carácter mental y moral y sobre la naturaleza del cuerpo de deseos.
El Hombre, por sus acciones, afecta a sus semejantes en el Mundo Físico.
El Hombre bueno no escapará tampoco del sufrimiento físico, si esparce la miseria física por acciones erróneas, aunque procedentes de un buen motivo.
La miseria que ocasionó le será devuelta, en el futuro, por el medio físico que le rodee.
Pero si el motivo es puro, ennobleciendo su carácter, hará que sobre sí recaiga una fuente de felicidad, de forma que será paciente y se sentirá satisfecho, incluso en medio de la propia desgracia, porque sabe que está pagando una deuda que contrajo.
La diferencia entre el efecto del motivo y el efecto de la acción material se debe al hecho de que cada fuerza posee las características del mundo donde fue producida. Cuanto más elevado sea el mundo, más poderosa y más persistente será la fuerza.
El motivo es por eso, más importante que la acción. Una acción lamentable, nacida de un buen motivo, da al agente mayor felicidad que una buena acción procedente de un mal motivo.
Este principio general de que la fuerza pertenece al mundo en el cual fue generada tiene un gran alcance.
Si la fuerza emitida tiene por motivo la obtención de objetos materiales, actúa en el Mundo Físico y ata a este mundo a su creador. Si busca objetos celestes, opera en el Mundo del Pensamiento, ligando a su autor a este mundo.
3. Tipos de Destino Individual
Existen tres tipos de destino individual: destino maduro, que está a punto de manifestarse en la vida presente, bajo la forma de acontecimientos inevitables; destino acumulado, que se manifiesta por las tendencias resultantes de la experiencia acumulada y susceptibles de ser modificadas, en la vida presente, por el propio Ego que las creó en el pasado; y el destino actualmente en formación, que irá a influir en el carácter futuro y acontecimientos posteriores.
Es necesario tener también en cuenta que, en la determinación de su destino individual, el Hombre establece relaciones con otros seres. Entra en la composición de grupos diversos – raza, país, familia – y participa, como parte corresponsable, del destino colectivo de cada uno de esos grupos.
El destino maduro es el que está a punto de ocurrir.
Es, por consecuencia, inevitable. De todo el destino del pasado, solamente una cierta porción puede ser agotada en el transcurso de una existencia, porque ciertas modalidades de destino son incompatibles entre sí y no podrían ser ejecutadas en un solo cuerpo físico.
Hay deudas contraídas con otros seres y no todos ellos se encuentran simultáneamente en una misma encarnación. Hay deudas que tienen que ser pagadas en determinado país o en cierta posición social, habiendo también otras que exigen un medio enteramente diferente.
La parte del destino a saldar en una existencia es elegida por los Señores del Destino o Ángeles Archivistas.
El Ego es conducido donde debe encarnar – familia, país, situación y cuerpo apropiados al agotamiento del conjunto de causas elegidas, destinadas a producir en conjunto, sus efectos.
Estas causas determinan la duración de la encarnación considerada y dan al cuerpo sus características, sus poderes y limitaciones, llevando al encuentro del individuo a los Egos encarnados en esta época, con los cuales contrajo obligaciones, rodeándolo de esta forma, de padres, amigos y enemigos que merece.
Cuando un Ego tiene ya una cierta evolución, se le permite ver el panorama de las diferentes vidas con los respectivos padres, concediéndosele la libertad de elegir entre ellos, a sus nuevos progenitores. Una vez hecha la elección ya no es posible volver atrás, pues solo tiene libertad de elección en relación a los detalles.
La Ley de Causa y Consecuencia (Continuación)
3. Tipos de Destino Individual
El destino maduro puede ser descifrado por un astrólogo. Sobre él ya no se tiene opción. Nada más resta sino pagar las deudas. Hay otra especie de destino maduro: el de las acciones inevitables.
Toda acción es la expresión final de una serie de pensamientos.
Si repetimos con perseverancia pensamientos del mismo tipo, por ejemplo, de venganza, acabaremos por alcanzar un punto de saturación y el menor impulso lo hará concretarse en una acción, que será probablemente un crimen. Si alimentamos pensamientos de ayuda y protección a alguien, hasta el punto de saturación, bajo el impulso de una ocasión favorable, se cristalizarán en acciones de heroísmo.
Un Hombre puede traer consigo, al nacer, algún destino maduro de este tipo.
La menor vibración mental provoca la acción, independientemente de su voluntad.
Cuando se intenta repetidas veces realizar una acción, la voluntad acaba por fijarse y hacer posible su concreción.
Podemos ser libres al elegir los pensamientos, contrariando tendencias antiguas, por la renovación constante de pensamientos contrarios. Es ahí donde reside el libre albedrío.
El Hombre, por el ejercicio de su voluntad, puede destruir los hábitos malos por pensamientos de naturaleza opuesta. Los malos hábitos son creados por la repetición de acciones deliberadas y movidas por la voluntad. El hábito se convierte en una limitación y la acción resultante es ejecutada automáticamente.
Las formas-pensamiento de antaño persisten y limitan nuestra capacidad mental, presentándose bajo la forma de prejuicios individuales o nacionales.
Otra forma de destino maduro se presenta cuando los malos pensamientos del pasado forman alrededor del Hombre una coraza de malos hábitos, que lo oprimen y fuerzan a tener una vida perversa.
Estas acciones son consecuencias inevitables del pasado y quedaron como suspendidas, esperando el momento favorable de su manifestación, independientemente de que el Ego haya progresado y desarrollado cualidades entretanto.
Después de cierto tiempo este destino se agota y ocurre entonces una "conversión" súbita.
Destino Acumulado
El destino acumulado se manifiesta por el carácter y está sujeto a modificaciones.
Consiste en tendencias, fuertes o débiles, conforme a la fuerza mental que contribuyó a su formación. Estas tendencias pueden ser reforzadas o atenuadas por nuevas corrientes de fuerza mental dirigidas en el mismo sentido o en sentido contrario.
Muchas veces, arrastrados por el deseo, somos impotentes para vencer la tentación, sin embargo, cuanto más tiempo consigamos resistirla, aunque poco después seamos dominados, más cerca estamos de conseguir eliminar el deseo.
La resistencia que opongamos destruye parte de las energías negativas y, en consecuencia, disminuye la suma de su intensidad para el futuro.
Destino en Formación
El destino en formación es el que se crea a cada momento, al mismo tiempo que se cosechan los frutos de buenas acciones pasadas o se sufren las consecuencias de faltas cometidas.
El Hombre, por el conocimiento de la ley de causa y consecuencia, puede fabricar su destino futuro y atenuar los efectos de malas acciones pasadas, pues una buena acción, ya sea de orden física, emocional o mental, tiene poderes para destruir cientos o miles de malas acciones de la misma categoría energética.
Por medio de esta ley el Hombre aprende a conocer el grado de responsabilidad que emerge de cada una de sus acciones y también cómo esta reaccionará sobre él en el futuro.
Es en la elección de los pensamientos, los deseos y las acciones donde se puede manifestar el libre albedrío del Hombre, condicionando de este modo su destino.
El libre albedrío existe debido a la epigénesis, que es la cualidad que nos da el poder de poner en acción un número ilimitado de causas nuevas, que no estaban previstas en nuestros destinos, y que nos permiten tener el poder de elegir y de crear.
El Hombre es hecho a imagen del Creador.
Tiene por eso, también, la posibilidad de crear.
Para ello es necesario que tenga en su aprendizaje, a lo largo de las sucesivas reencarnaciones, suficiente campo de acción para el empleo de su capacidad innovadora y creativa, que le es conferida por la facultad espiritual de la EPIGENESIS, que lo capacita, por acción de la voluntad, para la elección de su camino.
Más provechoso, si su elección es orientada hacia el bien, o más desdichado, si es orientada hacia el mal.
Destino Colectivo
Las fuerzas del destino que actúan sobre cada individuo en su calidad de miembro de un grupo, introducen un factor nuevo en su destino individual.
El destino de un grupo de hombres es la resultante de los destinos de los individuos que forman parte del grupo.
Un Ego es atraído por su destino individual, hacia una familia como consecuencia de lazos contraídos en vidas pasadas que lo ligan estrechamente a otros Egos, que forman la familia.
La raza, el país, los padres son elegidos conforme a las aptitudes para suministrar al Cuerpo Físico del Ego reencarnante, los materiales necesarios y facilitar las circunstancias más propicias para rescatar las deudas contraídas.
La Ley de Causa y Consecuencia (Conclusión)
Los aspectos de herencia física produce ciertos tipos de fisonomías y sirve para hacer evolucionar algunas combinaciones materiales especiales, notablemente el desarrollo de ciertas facultades o de enfermedades hereditarias.
Así, un Ego, dotado de facultades artísticas musicales, será llevado a encarnarse en una familia de músicos.
Un Ego que se dejó arrastrar por los excesos de su cuerpo de deseos y de pensamiento inferior, que se abandonó a la embriaguez, será conducido a encarnarse en una familia donde el sistema nervioso esté debilitado por los excesos; por ejemplo, padres alcohólicos le proporcionarán como envoltura física materiales poco saludables.
La Eliminación del Destino
La acción es movida por el deseo. Una acción es ejecutada con el fin de obtener por medio de ella el objeto deseado.
El elemento que nos ata al destino es el deseo, y cuando el Ego ya no desea nada sobre la tierra o en los mundos superiores, rompe los lazos que lo atan a la rueda de las reencarnaciones. Entonces la acción ya no tiene ningún poder sobre el Ego.
Cuando el Hombre comienza a aspirar a la liberación, se le enseña la práctica de la "renuncia a los frutos de la acción", aprende a suprimir gradualmente en sí mismo el deseo de poseer lo inútil.
Primero se priva deliberada y voluntariamente de un cierto objeto, adquiere el hábito de pasar sin él, sin sentir descontento.
Después de cierto tiempo, el objeto ya no le hace falta. Percibe entonces que el propio deseo se desvaneció.
Una vez alcanzada esta perfección, al no tener más deseos ni antipatías por ningún objeto, el Hombre ya no creará más destino, ni será más atraído a estos mundos.
Es la cesación del destino individual, en la producción de nuevo destino.
Otra manera de cesar el destino creado en el pasado es por medio del conocimiento de las vidas pasadas, contrariando los malos pensamientos, oponiéndoles fuerzas iguales y contrarias.
Los que no poseen los conocimientos necesarios para pasar revista a sus vidas anteriores, pueden también anular las numerosas causas que pusieron en actividad en su actual existencia.
Pueden examinar toda esta existencia y evaluar todas las circunstancias en que produjeron o sufrieron daños. Neutralizarán las causas de primera categoría, prodigando pensamientos de amor y protección y al mismo tiempo ejecutando en el Mundo Físico, actos de dedicación a la persona lesionada, siempre que tengan ocasión.
Las de segunda categoría serán neutralizadas por pensamientos de perdón y buena voluntad.
También todos, que al mal respondan con el bien, agotan inconscientemente el destino, producido en el presente y destinado a producir sus efectos en el futuro.
El Destino y los Astros
La necesidad de obtener organismos de naturaleza específica para que el Ego agote su destino, hace que las leyes del renacimiento y de causa y consecuencia estén relacionadas con el movimiento de los astros, del Sol, de los planetas y de las constelaciones zodiacales.
Todos se mueven en sus órbitas, en armonía con estas leyes, guiados por sus inteligencias espirituales internas – los Espíritus Planetarios.
Todos los habitantes y acontecimientos de la Tierra están relacionados con los cuerpos y movimientos siderales. Ocurre lo mismo con las leyes del renacimiento y de la causa y consecuencia.
El clima y otros cambios que resultan del paso del Sol por los diferentes signos, a lo largo del año, afectan a la Tierra, al hombre y a sus actividades de varias maneras.
El Hombre nace cuando la posición de los cuerpos del sistema solar proporciona condiciones necesarias para su experiencia y desarrollo en esa encarnación. Podemos considerar a los astros como un reloj del destino.
Los doce signos del zodíaco corresponden a la esfera, el Sol y los planetas a la manecilla de las horas, que indica el año; la Luna, corresponde a la manecilla de los minutos, que indica los meses en que los diversos acontecimientos del destino maduro se deben cumplir.
Los astrólogos pueden saber la ocasión exacta de la vida de un Hombre, determinada por los Señores del Destino, en que una deuda (del destino maduro) debe ser pagada. En estos casos, el Hombre no tiene poder para alterar esta situación.
En Amoroso Servicio traducido de la Fraternidad Rosacruz de Portugal, por la Fraternidad Rosacruz de Mexico.
Bibliografia
Annie Besant, Um estudo sobre o Karma, Editora Pensamento, S. Paulo, 1997.
Annie Besant, A Sabedoria Antiga, Livraria Freítas Bastos, Rio de Janeiro.
Cinira Riedel de Figueiredo, Leis Ocultas para uma Vida Melhor, Editora Pensamento, Lª, S. Paulo.
Max Heindel, Conceito Rosacruz do Cosmo, Fraternidade Rosacruz de Portugal, Lisboa, 1989.
Max Heindel, Renascimento e Consequência, Lição nº 10 do Curso Suplementar de Filosofia, Fraternidade Rosacruz de Portugal.