JUAN

(RETRATO DE LOS DISCIPULOS)


CENTRO DE ESTUDIOS DE LA SABIDURIA OCCIDENTAL MEXICO

RETRATO DE LOS DISCÍPULOS

Por Corinne Heline

J U A N

Rayos de la Rosa Cruz, Feb. 1979

Juan fue el idealista entre los discípulos.

El fue el más altamente evolucionado de los Doce y su Evangelio es el más profundamente esoté­rico de los que han sobrevivido.

Los Capítulos 14-17 contienen solamente las enseñanzas escritas que tenemos concernientes a la próxima y más elevada religión que sigue al Cristianismo, - conocida por los esoteristas como la ”Religión del Padre”- la cual esbozarían Sus Discípulos en el Reino del Espíritu Divino.

María, la madre de Jesús y Juan, su más amado Discípulo, fueron lo suficientemente avanzados para ponerse en contacto con estas eleva­das verdades.

Una indicación de este hecho aparece en la escena al pie de la cruz, cuando Jesús le dice a María que mire a Juan como su hijo (en Su lugar), y luego dice a Juan que mire a María como su madre; claramen­te está nombrando a Juan como Su sucesor en la tierra.

Pero fue designado como el Apóstol o Emisario para el Oeste bár­baro, donde su áspero, simple carácter y su recta inteligencia, lo hizo líder y profesor ideal.

Juan cultivó eruditamente hablando, la lengua de los filósofos helénicos, y fue enviado a establecer su escuela en Efeso, con sus antecedentes de la antigua civilización.

En la Nueva Era, El tomará el lugar en el Mundo Cristiano, que Pedro ha ocupado en la Era de Piscis, en el Cristianismo de Europa.

En un “canto de trueno”, Juan fue transformado en el más perfecto ejemplo de amor encarnado en el mundo.

Su humanidad fue purgada y purificada en el fuego consumidor del amor.

Su más notable trabajo, apar­te de sus escritos, fue encontrado en la iglesia de Efeso,- la cual fue posteriormente dirigida por El, siendo demostrado luego por Policarpio e Ignacio, dos de los más ilustrados cristianos antiguos.

Hay una apócrifa leyenda que dice que: “durante el reinado de Domiciano, Juan fue arrestado y llevado ante el Emperador, quien le orde­nó tomar un veneno mortal.

Domiciano quería saber si el Maestro, del que Juan había enseñado, protegería al Discípulo.

Juan, al tomar la copa dijo: “En tu nombre, Oh, Cristo, tomo este trago, disuélvelo y mézclalo con los Santos Espíritus y este se convertirá en una copa de vida eterna”.

El entonces lo tomó, pero permaneció en calma y no le hizo daño.

Cuando se trajo a un prisionero y se le dió el mismo trago, éste murió con convulsiones casi instantáneamente.

A causa de esta leyenda, el arte sagrado ha representado la bendición de Juan como un dragón alado de metal, que construye su cabeza de un cáliz.

Esotéricamente esto nos recuerda que el Evangelio de Juan está relacionado con el signo de Escorpio, y su misterio de Regeneración, por el cual el veneno mortal de la sangre es transmutado en el elixir de vida.

La leyenda continúa diciendo que, por impresionantes superticiones, el Emperador cambió la sentencia de muerte de Juan por el destierro en Patmos, la isla donde ocurrió su Gran Iniciación, como El describió en su Revelación.

Después de la muerte de Domiciano, su sucesor Trajano, permitió el regreso del exilio a Juan, retornando a Efeso.

La historia dice que en la última reunión de Juan y sus seguidores, el más joven de ellos llevó al venerable Apóstol sobre sus hombros al lugar de la reunión, para que todos pudieran reverenciarlo una vez más.

Después de Su llegada, él extendió sus manos bendiciendo al grupo reunido y dió a ellos este manda­miento de despedida:

“Pequeños niños, amaos los unos a los otros”.

Cuando Juan supo que el tiempo de su traslado había llegado, El designó a Policarpio como Su sucesor y cabeza de Su Iglesia.

Entonces el permaneció mirando hacia el cielo y glorificando a Dios.

Al apartarse los discípulos, le vieron comprimiéndose a si mismo”.

Esta es una frase iniciática, usada para describir el proceso por el cual un clarividente eleva sus vibraciones rítmicas de la conciencia y el cuerpo, así El se hace inmune al hambre, al frío, enfermedad y cualquier otro aspecto negativo de un ser físico.

Esta técnica de espiritualización puede ser continuada hasta que la sustancia física es desintegrada o se hace invisible. Este “comprimirse a sí mismo”, pertenece sólo a los Gran­des Misterios.

Cuando los discípulos retornaron al día siguiente, Juan no estaba allí.

Ellos encontraron sólo su capa y sandalias.

Pero donde El estuvo la última vez, una fuente de agua brotó y ellos recordaron las palabras del Maestro a Pedro:

“Sí, yo quiero que el se quede hasta que Yo venga, que a tí"

(Juan 21:22).

Juan, el más amado del Señor Cristo, el más espiritual de Sus Discípulos, hizo esta gloriosa demostración como el supremo ideal a ser realizado eventualmente por toda la raza humana.

El fue el primero des­pués de Cristo en manifestar la vida eterna de estas aguas que el Maestro dio a El a beber.

Esta fuente original que El dejó a Sus discípulos en Éfeso.

En Amoroso Servicio

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